Historia #191: Subiendo por Colo Colo



Demá’ que no me creen, pero estaba subiendo a pata por Colo Colo (una subida empiná’ que une la zona este de La Serena con su centro) terrible cansa’o, así pal hoyo, cuando vi que en el otro la’o de la calle había un grupo de amigos haciendo de’o pa’ no subir la güeá. Eran dos minas y un loquito; y güeón, una de las minas estaba mostrando las piernas a los autos que pasaban y la güeá; y puta, la loca era terrible bonita, pa’ qué vamos a estar con güeás; estaba muy güena. El asunto es que justo cuando estoy pasando, les para un auto vacío y la loquita que estaba mostrando las piernas me grita: “oye, vente con nosotros”, y ahí caché que estaba terrible curá’, pal hoyo. Y puta, yo ni güeón subir esa güeá de subí’a si me dan la mano pa’ subir en auto, ni güeón. Así que me subo en el auto, el loquito del grupo en el copiloto, la otra mina en la puerta izquierda, la loquita de las piernas al medio y yo pa’ la derecha; el chofer nos saludó y se puso a hablar con el loco senta’o al la’o. Ahí caché al toque que lo’ amigos iban más cura’os que la chucha. ¡La güeá estaba pasá a copete! Pero qué me iba a importar esa güeá, si la loquita que estaba senta’a al la’o mío empezó a tocarme el pico mientras me decía güeás terrible calientes al oído… Y yo, güeón…, pucha, yo estaba en otra, loco, no me di ni cuenta que íbamos en la güeá de auto... Y bueno po’, la loquita viene y me dice: oye, quiero que te corrai dentro mío. Y yo: ya, la media volá’. La mina empieza a meterme la mano por el pantalón y empieza a pajearme, y güeón, la dura, yo pal pico, con los cocos terrible suda’o y güeá, y yo me decía: güeón, tení’ la media suerte, conchetumare. Y cuando pensaba esa güeá, güeón, te lo juro: la loca se pone a chuparme el pico ahí mismo, loco, con la amiga suya güitreando al la’o y el chofer con el amigo de éstas dos agarrando, güeón, y yo: ¡güeón, quién chucha está manejando! El chofer se da cuenta y frena de una, y conchetumare: todo’ no’ hicimo’ recagar adentro; pero pico: el chofer preguntó, pa’l hoyo: ¿están bien?, y todo’ dijimo’: ¡sí!, menos la otra mina que seguía güitreando y que por pura cue’a no le pasó na’. Así que el culia’o vino, pescó el auto y nos llevó detrá’ de una bencinera cerca de mi casa; shh, culiao’, ahí todo’ poniéndole güeno, ¡la locura misma, güeón! No sé cómo no llegaron lo’ pacos y nos metieron preso’: ¡teníamos la media zorra! Hasta que la amiga borracha de estos güeones viene y se pone a gritar que dónde estaba su casa y su mamá, güeás así, y todos tuvimos que parar porque ya era mucho; todos nos desconcentramos con cuática. Así que calabaza calabaza: los cabros se fueron a cuidar a su amiga sin poder carretiar y yo me fui a la mía a terminar unos cuentos y esas güeás maracas mías. El chofer intentó besarme y entrar a mi casa diciéndome que me lo chupaba gratis y güeá, que lo iba a pasar la zorra igual que con la loquita de las piernas, pero yo na’, qué onda, no soy tan fácil como pa’ hacer esas güeás, menos con desconocidos.