Cuando
era niño y escuchaba One more time de
Daft Punk por la radio o la tele, pensaba con tristeza: “jamás podré escuchar
esta canción cada vez que quiera”; y es que en esos tiempos (finales de los
noventa, inicio del dos mil) era impensado –al menos para mí– tener acceso a
música de una manera tan fácil como lo es ahora. No lo valoramos, no nos damos
cuenta, pero tenemos a mano un montón de cosas que antes eran prácticamente impensadas.
¿Quién iba a creer que para saber cómo se llama una canción sólo iba a bastar
acercar el celular al parlante por donde se reproduce, o que para escuchar una
y otra vez la misma canción sólo iba a hacer falta clickear un simple botón y
listo? Nos ahorramos un montón de dinero, tiempo y malos ratos al comprobar que
los discos o los cassettes que tanto nos costaron se deterioraron por culpa de
su reproducción constante o su transporte de un lugar a otro. Los tiempos
modernos nos permiten leer libros en nuestros celulares, escuchar conferencias
lejanas en tiempo real, mantener relaciones amorosas a distancia (no muy
recomendable, después de todo) y, por sobretodo, escuchar las canciones que
tanto nos gustan hasta que nos sangren los ojos o los oídos (una de las dos
tiene que ocurrir primero).
Es por eso, queridos amigos, que les
digo: no pierdan su tiempo vagabundeando por Facebook, leyendo estados sin
sentido y mal escritos; mejor aprovechen al máximo algo que cuando eran niños
fue escaso, inexistente, otro sueño infantil como el Viejo Pascuero, el Conejo
de Pascua, o Jaime Guzmán.
Y bueno, cabe destacar que esto
también va dirigido a todos los que dedican su día entero a ver porno hasta
perder el conocimiento; chicos, el porno no es para nada bueno: puede que
parezca divertido, excitante, alocado, pero sólo terminará por llenarle el
computador de virus, borrar archivos importantes de su disco duro y hacer que
vean personas desnudas cada vez que cierren sus ojos por la noche…; al menos
eso fue lo que me contó un amigo. Un amigo muy cercano…
(Mirada rápida a ambos lados).