Historia #31: El atajo a oscuras




Eran las once de la noche y Mario estaba tan atrasado, que no le importó tener que tomar el famoso y temido atajo de los focos rotos para ahorrar unos cuantos minutos antes de llegar al paradero de los colectivos; estaba tan atrasado, que ni siquiera reparó en que alguien lo seguía como una verdadera sombra en la oscuridad; de hecho, no se dio cuenta de ello hasta que una cuchilla puesta en su cuello lo detuvo de sopetón.
−Pasa la’ monea’, machucao’ –dijo un tipo tras su espalda; la cuchilla se apretó aún más en su cuello.
−Güeón, no tengo na’.
−Sí, culiao’; mejor pasa la plata, si no querí’ que te… ¿Mario?
Mario sintió una leve sorpresa al mismo tiempo que el asaltante relajaba su mano y su cuchilla.
−¿Mario, güeón?
−¿Pelao’ Osvaldo?
−¡Güena, güeón! –El asaltante abrazó a Mario−. ¡Güeón, sorry, no cachaba que erai’ tú!
−Culiao’, me asustaste.
−No caché que erai’ tú, en serio.
Mario hizo un gesto de indiferencia.
−Ya, no importa; igual pensaba defenderme.
Osvaldo rió un poco.
−¿Qué mierda hací’ asaltando, güeón? –le preguntó Mario, reconociendo los rasgos de su amigo a medida que sus ojos se acostumbraban lentamente a la oscuridad−. ¿Eri’ pastero ahora?
−No, güeón, no pasa na’. No tengo ni uno y me tengo que juntar con una loquita en el centro en un rato más. Ayer nos hicimos cagar con los cabros fumando yerba y me gasté todo.
−Me imagino, culiao’.
Osvaldo estuvo unos cuantos segundos en silencio; parecía un tanto incómodo.
−¿Oye, Mario, güeón?
−Sí, dime rápido, que voy atrasao’.
−¿Me prestaríai’ plata?
−Sí po’, güeón, obvio. Vamo’, ¡pero al toque!
−Ya, güeón, vamo’ –Osvaldo guardó su cuchilla en el pantalón.
Mario sonrió para sus adentros mientras emprendía nuevamente el camino hasta el paradero con Osvaldo, pensando en lo bueno que había sido estudiar en un colegio municipal y haber hecho tantas buenas migas con sus antiguos compañeros de curso; de otra manera, probablemente ya estaría muerto, con un corte profundo en el cuello, sin su sueldo recién extraído del cajero, sin pantalones, ni zapatillas, ni calzoncillos.