Historia #29: Esas estúpidas "creepypastas"




Hace algún tiempo, cambié todas mis cartas Mitos y Leyendas por una consola Nintendo 64 usada, con unos cuantos juegos bastante malos (de esos que nadie compraría aunque costaran mil pesos) y un par de Joysticks (así se llamaban sus famosos e incómodos controles) algo defectuosos. Me sentí contento, maravillado por poder volver a repetir las experiencias que me hacían tan feliz cuando era un inocente niño que no solía salir de su casa por nada, menos aún en vacaciones de invierno o verano.
Sin embargo, sucedió que uno de estos juegos con los que venía mi consola no tenía carátula como los demás; de hecho, estaba rayado con plumón rojo permanente, como si un niño de cinco años hubiera hecho su primera obra de arte en él. Entonces recordé una creepypasta relacionada con un cartucho maldito que se parecía bastante al mío (al menos en lo físico), lo que me asustó bastante. Pensé: “¿y si el cartucho está de veras maldito y de verdad me ocurre algo malo?”; unas cuantas veces estuve a punto de insertarlo en la ranura de la consola y darle play a ver qué ocurría, pero siempre lo sacaba antes de seguir con mi tonta y suicida idea; por eso nunca descubrí qué juego era…
Hasta que una noche, luego de haber bebido mucho vino tinto y otras porquerías con mis amigos, volví a casa golpeando las paredes por no poder sostenerme muy bien con mis piernas. Fue ahí que antes de dejarme caer como un verdadero saco de papas sobre la cama, con ropa y todo, reparé en que había dejado el famoso juego sin nombre sobre un montón de suciedad en mi mesita de noche; sentí un escalofrío al verlo, pero como estaba borracho, lo tomé y lo puse en la consola, diciendo en trabajosa voz alta: “ahhh, juego culiao’”. Con una mano temblorosa por culpa del alcohol y el temor, encendí el televisor y después la consola, llevándome una grata sorpresa al darme cuenta que el juego que llevaba evitando por meses, era en realidad Star Fox 64, uno de mis favoritos. ¡No podía creer lo idiota que había sido todo ese tiempo, temiéndole a un simple juego sin nombre por leer unas cuantas historias falsas sobre un caso parecido al mío por Internet! Me dieron ganas de reventarme las bolas por estúpido.
De todas maneras, fue desde ese entonces que me he vuelto más amigo del alcohol y su gran poder para hacer que hasta el más nena de los hombres gane la valentía necesaria para hacer todo lo que tenga en mente.
¿Si esta historia tiene una moraleja? ¡Por supuesto que sí: si tienen miedo, beban vino tinto, o lo que sea, y se les pasará al instante!; y si no se les acaba con eso, pues denle más duro a la botella hasta quedar inconscientes: seguro que ahí no sentirán nada, ni siquiera miedo, nada de nada.