Historia #5: Era mi papá



Fui al Kzibar con una amiga el sábado por la noche. Le pedimos fuego a unos metaleros que estaban afuera y nos quedamos con ellos fumando unos porros y tomando unas Becker en lata que traían bajo sus chaquetas. Uno de los tipos se me acercó y me pidió un cigarro, con amabilidad; como nos había hecho el favor de darnos de lo suyo, no dudé en darle también de lo mío. El tipo encendió el cigarro que le di y, después de echar afuera la primera bocanada de humo, me preguntó, como para meterme conversa: “¿Cachaste lo del viejo que se mató en La Serena?”. Como no respondí nada, continuó: “¡El que se hizo cagar la cabeza tratando de arreglar un aire acondicionado sin ponerse arnés! ¡Cerca del Wall Street! ¡¿No lo cachai’?!”. “Sí”, le dije. “Era mi papá”.

Historia #4: Vagina sabor vodka naranja



Antes de tener el hígado hecho mierda, bebía mucho. Fueron pocas las veces en que me rehusé a tomar algo, y no fue precisamente porque tuviera una prueba al otro día, un viaje familiar en dos horas más, o el velorio de alguna persona querida o cercana al que tuviera que asistir. No. Pero cuando lo hice por primera vez, me dijeron maraco, chupapicos, cabezón conchetumare, maraco culiao’, cabezón re culiao’, homosexual, entre otras cosas. ¿Cómo podía rechazar un trago tan rico y vitamínico como el vodka con jugo light de naranja, cuya naranja tenía más vitaminas incluso que la real, cuando ya no quedaba más copete sobre la faz de nuestra irregular y cuadrada Tierra? “Porque tiene el mismo sabor que la zorra pelúa de la hermana del Pedro”, dije. Todos se quedaron callados, atónitos, con cara de borrachos. Pensé: “ah, la cagué”, sabiendo que no opondría resistencia a la violencia, ya se viera materializada ésta en un combo en la cara o una patada en los testículos. Lo seguí pensando medio nervioso hasta que alguien, no sé quién, comenzó a reírse. Entonces todo por fin se distendió y se transformó en algo bonito y luminoso. Vi cómo todos reían. ¡Todos reían como nunca antes los hubiera visto! ¡Qué alegría! Sin embargo, también vi cómo varios se relamieron los labios, recordando, probablemente, el sabor de aquella vagina infame, asquerosa, pasada a vodka con jugo de naranja rancio que tanto daño nos había hecho a todos nosotros. Ellos habían pasado la prueba, merecedores de los griales de barata cristalería en que bebían sus vodkas. Los miré resentido, casi dolido. Sólo dije: “ya, güeón, sírveme”.



Reflexión #2: Del agua y su ahorro



La escases del agua, tanto en nuestra región como en el país y el mundo entero, es una realidad a la que nos enfrentamos a diario: es cosa de mirar ciertos parajes, antes verdes y frondosos, ahora hechos una real mierda, para darnos cuenta que está quedando la pura caga’h en nuestro entorno. Es por esto mismo que nuestro queridísimo Gobierno anterior lanzó una simpática campaña de prevención que nos invitaba a ahorrar el agua en nuestras casas, haciéndonos tomar ciertas “simples” medidas para cumplir con nuestra misión de buenos y correctos ciudadanos. Por mi parte, debo decir que desde un tiempo hasta ahora, la duración de mis duchas han sido reducidas considerablemente (si me sienten olor a empanada reventada, deberían sentirse orgullosos de mi sacrificio), tomaba cerveza en vez de agua, ron con Sprite en vez de jugo Zuko (cuya fórmula requiere de al menos un litro de agua) y casi siempre meaba en la bañera para no tener que tirar la cadena del retrete y así desfavorecer la misión que el Gobierno nos había impuesto.
            Sin embargo, ¿alguna vez se han preguntado si las mineras extranjeras cumplen con una misión parecida a la nuestra? ¿Se han preguntado si los políticos se dan el lujo de reducir sus costumbres acuíferas por el bien de todos? Sabrán, en primer lugar, que estas famosas empresas relacionadas a la minería gastan miles de litros de agua a diario, casi todos los días a la semana; ¿qué es eso comparado con nuestro gasto al echarnos una meadita y tirar la cadena?; ¿qué es eso comparado con un minuto más de ducha para quitarnos el humo de mierda de los vehículos de la ciudad, o el sudor y cansancio acumulados después de haber trabajado todo el día en una oficina por un sueldo miserable?; ¿qué es eso comparado con un poquito de agüita para limpiar el cuello de nuestro precioso pene (en el caso de los hombres)? Yo creo (en mi parecer personal, egocéntrico, de hijo de perra que dicen que soy), que estamos puro haciendo el loco. Yo ahorro, pero no por seguirle el amén a los conchasdesumadres que dictan estas famosas y geniales medidas de prevención (gesto de ironía), o lo que sean: yo ahorro porque pienso en el futuro. Y bueno, en segundo lugar, sabrán que los políticos son unos hijos de puta. Ese es otro buen argumento para no creer en estas basuras.
            Ahorre agua: piense en sus familiares, hijos, papás, abuelos, mediohermanos, tíos, tías, abuelos, cuñados, esposos, amantes, homosexuales, lesbianas, vagabundos, animales, en los extraterrestres que nos vigilan desde el cielo tratando de apoderarse de nuestro maldito planeta, en todos ellos. Ahorre agua porque hará falta, pero no por hacerles caso a esos estúpidos que nos controlan. Aunque si puede y quiere, alargue su ducha por un minuto más: a veces el cuerpo lo necesita. Si tiene una buena caña, tome agua: le hará bien. Si tiene un whiskey a su disposición y no hay bebida gaseosa cerca, échele agua: sabrá rico y curará menos. Haga lo que sea con el agua: pero ahorre. Ahora bien, si son de la Cuarta Región, cada vez que vayan al Valle del Elqui y vean el tranque más seco que los huesos de nuestra difunta Sarita Vásquez, piense en que eso no es culpa de usted, ni de nosotros: es culpa de los mismos que imponen soluciones para un problema tan grande y que no hacen más que agravarlo al no supervisar y pararle las güeas de una vez por todas a empresas que lo están chupando todo. Como Kenita Larraín.