Fui
al Kzibar con una amiga el sábado por la noche. Le pedimos fuego a unos
metaleros que estaban afuera y nos quedamos con ellos fumando unos porros y
tomando unas Becker en lata que traían bajo sus chaquetas. Uno de los tipos se
me acercó y me pidió un cigarro, con amabilidad; como nos había hecho el favor
de darnos de lo suyo, no dudé en darle también de lo mío. El tipo encendió el
cigarro que le di y, después de echar afuera la primera bocanada de humo, me
preguntó, como para meterme conversa: “¿Cachaste lo del viejo que se mató
en La Serena?”. Como no respondí nada, continuó: “¡El que se hizo cagar la cabeza
tratando de arreglar un aire acondicionado sin ponerse arnés! ¡Cerca del Wall
Street! ¡¿No lo cachai’?!”. “Sí”, le dije. “Era mi papá”.
Historia #4: Vagina sabor vodka naranja
Antes de tener el hígado hecho
mierda, bebía mucho. Fueron pocas las veces en que me rehusé a tomar algo, y no
fue precisamente porque tuviera una prueba al otro día, un viaje familiar en dos
horas más, o el velorio de alguna persona querida o cercana al que tuviera que
asistir. No. Pero cuando lo hice por primera vez, me dijeron maraco,
chupapicos, cabezón conchetumare, maraco culiao’, cabezón re culiao’,
homosexual, entre otras cosas. ¿Cómo podía rechazar un trago tan rico y
vitamínico como el vodka con jugo light de naranja, cuya naranja tenía más
vitaminas incluso que la real, cuando ya no quedaba más copete sobre la faz de
nuestra irregular y cuadrada Tierra? “Porque tiene el mismo sabor que la zorra pelúa de la
hermana del Pedro”, dije. Todos se quedaron callados, atónitos, con cara de
borrachos. Pensé: “ah, la cagué”, sabiendo que no opondría resistencia a la
violencia, ya se viera materializada ésta en un combo en la cara o una patada
en los testículos. Lo seguí pensando medio nervioso hasta que alguien, no sé
quién, comenzó a reírse. Entonces todo por fin se distendió y se transformó en
algo bonito y luminoso. Vi cómo todos reían. ¡Todos reían como nunca antes los
hubiera visto! ¡Qué alegría! Sin embargo, también vi cómo varios se relamieron
los labios, recordando, probablemente, el sabor de aquella vagina infame,
asquerosa, pasada a vodka con jugo de naranja rancio que tanto daño nos había
hecho a todos nosotros. Ellos habían pasado la prueba, merecedores de los
griales de barata cristalería en que bebían sus vodkas. Los miré resentido,
casi dolido. Sólo dije: “ya, güeón, sírveme”.
Reflexión #2: Del agua y su ahorro
La escases del agua, tanto en nuestra
región como en el país y el mundo entero, es una realidad a la que nos
enfrentamos a diario: es cosa de mirar ciertos parajes, antes verdes y
frondosos, ahora hechos una real mierda, para darnos cuenta que está quedando la
pura caga’h en nuestro entorno. Es por esto mismo que nuestro queridísimo
Gobierno anterior lanzó una simpática campaña de prevención que nos invitaba a
ahorrar el agua en nuestras casas, haciéndonos tomar ciertas “simples” medidas para
cumplir con nuestra misión de buenos y correctos ciudadanos. Por mi parte, debo
decir que desde un tiempo hasta ahora, la duración de mis duchas han sido
reducidas considerablemente (si me sienten olor a empanada reventada, deberían
sentirse orgullosos de mi sacrificio), tomaba cerveza en vez de agua, ron con Sprite
en vez de jugo Zuko (cuya fórmula requiere de al menos un litro de agua) y casi
siempre meaba en la bañera para no tener que tirar la cadena del retrete y así
desfavorecer la misión que el Gobierno nos había impuesto.
Sin
embargo, ¿alguna vez se han preguntado si las mineras extranjeras cumplen con
una misión parecida a la nuestra? ¿Se han preguntado si los políticos se dan el
lujo de reducir sus costumbres acuíferas por el bien de todos? Sabrán, en
primer lugar, que estas famosas empresas relacionadas a la minería gastan miles
de litros de agua a diario, casi todos los días a la semana; ¿qué es eso
comparado con nuestro gasto al echarnos una meadita y tirar la cadena?; ¿qué es
eso comparado con un minuto más de ducha para quitarnos el humo de mierda de
los vehículos de la ciudad, o el sudor y cansancio acumulados después de haber
trabajado todo el día en una oficina por un sueldo miserable?; ¿qué es eso
comparado con un poquito de agüita para limpiar el cuello de nuestro precioso
pene (en el caso de los hombres)? Yo creo (en mi parecer personal, egocéntrico,
de hijo de perra que dicen que soy), que estamos puro haciendo el loco. Yo
ahorro, pero no por seguirle el amén a los conchasdesumadres que dictan estas
famosas y geniales medidas de prevención (gesto de ironía), o lo que sean: yo
ahorro porque pienso en el futuro. Y bueno, en segundo lugar, sabrán que los
políticos son unos hijos de puta. Ese es otro buen argumento para no creer en
estas basuras.
Ahorre
agua: piense en sus familiares, hijos, papás, abuelos, mediohermanos, tíos,
tías, abuelos, cuñados, esposos, amantes, homosexuales, lesbianas, vagabundos, animales,
en los extraterrestres que nos vigilan desde el cielo tratando de apoderarse de
nuestro maldito planeta, en todos ellos. Ahorre agua porque hará falta, pero no
por hacerles caso a esos estúpidos que nos controlan. Aunque si puede y quiere,
alargue su ducha por un minuto más: a veces el cuerpo lo necesita. Si tiene una
buena caña, tome agua: le hará bien. Si tiene un whiskey a su disposición y no
hay bebida gaseosa cerca, échele agua: sabrá rico y curará menos. Haga lo que
sea con el agua: pero ahorre. Ahora bien, si son de la Cuarta Región, cada vez
que vayan al Valle del Elqui y vean el tranque más seco que los huesos de
nuestra difunta Sarita Vásquez, piense en que eso no es culpa de usted, ni de
nosotros: es culpa de los mismos que imponen soluciones para un problema tan
grande y que no hacen más que agravarlo al no supervisar y pararle las güeas de
una vez por todas a empresas que lo están chupando todo. Como Kenita Larraín.