Historia #105: Las torres de alta tensión



A unos cuantos metros de mi casa se extiende un amplio terreno (que cruza un brazo entero de la población donde vivo) lleno de torres de alta tensión, con el temprano paso de los años transformado en una irremediable área verde donde todos pueden pasear sus perros, pololear un rato, jugar con sus hijos por las tardes, fumar pasta base por las noches; y es que es el lugar perfecto, donde todos la pasan bien y tienen su espacio…, hasta que te percatas del incesante y omnipresente zumbido de las evidentes torres de alta tensión que parecen gobernarlo todo con un talante de…, haciendo ese zumm zumm que se te mete en la cabeza y no te suelta, como si fuera una campana y tú estuvieras dentro, al medio de ella.
            Desde un principio se sabía que eran dañinas, las torres, que afectaban los marcapasos y elementos como esos; pero claro, el humano se acostumbra a la rutina y ahí se va todo al garete: los oídos se te tapan y hasta puedes sonreír bajo ellas. ¡Es impresionante, la costumbre humana, impresionante!
            Pero la gente no se da cuenta que hay un momento en que el mal nace dentro de ellos (nosotros, me incluyo) y este se empieza a materializar y pasa por distintas etapas hasta adquirir un espesor visible a los exámenes y al nombre genérico, entendible para la gente común y corriente, el cáncer. Y no les miento: ya van unos cuantos vecinos de edad avanzada muertos por las cercanías de las torres por culpa de este último; es cosa de preguntar y saber, cosa de preguntar y saber.
            La gente de acá, obviamente, se lo toma a la ligera y lo atribuyen a otras razones, las muertes, sin cuestionarse el eterno zumbido que los acompaña día y noche cada vez que están en sus casas. Ahora bien, a mí me gustaría saber qué postura tiene la alcaldía con respecto a esto, los vecinos, despertarlos un poco, que reclamen y den su opinión al respecto, que quieran una solución; ¡no podemos esperar morir como moscas sin haber hecho pagar a los culpables de los ya caídos!
            Sin ánimos de ofender a nadie ni incitar incidentes graves o más graves (incidentes, digamos, más graves que unos cuantos neumáticos quemados), me despido,

Felipe C. S.
25-04-2016
La Florida, La Serena


            El editor del diario, luego de leer hasta el último punto, arrugó la carta con las manos y la tiró al tacho de la basura para que se fuera a juntar con sus otras amigas ahí dormidas. Lo más probable era que la siguiente hiciera lo mismo.