A
unos cuantos metros de mi casa se extiende un amplio terreno (que cruza un
brazo entero de la población donde vivo) lleno de torres de alta tensión, con
el temprano paso de los años transformado en una irremediable área verde donde
todos pueden pasear sus perros, pololear un rato, jugar con sus hijos por las
tardes, fumar pasta base por las noches; y es que es el lugar perfecto, donde
todos la pasan bien y tienen su espacio…, hasta que te percatas del incesante y
omnipresente zumbido de las evidentes torres de alta tensión que parecen
gobernarlo todo con un talante de…, haciendo ese zumm zumm que se te mete en la cabeza y no te suelta, como si fuera
una campana y tú estuvieras dentro, al medio de ella.
Desde un principio se sabía que eran
dañinas, las torres, que afectaban los marcapasos y elementos como esos; pero
claro, el humano se acostumbra a la rutina y ahí se va todo al garete: los
oídos se te tapan y hasta puedes sonreír bajo ellas. ¡Es impresionante, la
costumbre humana, impresionante!
Pero la gente no se da cuenta que hay
un momento en que el mal nace dentro de ellos (nosotros, me incluyo) y este se empieza
a materializar y pasa por distintas etapas hasta adquirir un espesor visible a
los exámenes y al nombre genérico, entendible para la gente común y corriente,
el cáncer. Y no les miento: ya van unos cuantos vecinos de edad avanzada
muertos por las cercanías de las torres por culpa de este último; es cosa de
preguntar y saber, cosa de preguntar y saber.
La gente de acá, obviamente, se lo
toma a la ligera y lo atribuyen a otras razones, las muertes, sin cuestionarse
el eterno zumbido que los acompaña día y noche cada vez que están en sus casas.
Ahora bien, a mí me gustaría saber qué postura tiene la alcaldía con respecto a
esto, los vecinos, despertarlos un poco, que reclamen y den su opinión al
respecto, que quieran una solución; ¡no podemos esperar morir como moscas sin
haber hecho pagar a los culpables de los ya caídos!
Sin ánimos de ofender a nadie ni
incitar incidentes graves o más graves (incidentes, digamos, más graves que
unos cuantos neumáticos quemados), me despido,
Felipe C. S.
25-04-2016
La Florida, La Serena
La Florida, La Serena
El editor del diario, luego de leer
hasta el último punto, arrugó la carta con las manos y la tiró al tacho de la
basura para que se fuera a juntar con sus otras amigas ahí dormidas. Lo más probable
era que la siguiente hiciera lo mismo.