Me compré un vino en la
botillería pa’ ver el partido y la güeá’ y me fui derechito pa’ la casa. Me
encerré en la pieza pa’ prender la tele y abrí la botella culiá’ así y la güeá;
¡y no cachai’ na’ que de la güeá’ aparece así un genio así, todo brillante y la
güeá! Cacha que el loco viene y me dice: “¡me has liberado!”, o una güeá así, y
dice: “por hacerlo, te concedo un deseo”; y yo vengo y le digo: “¡qué pasa,
longi culiao’, si me cagaste la cagá de vino, soy zarpao’, maricón!”, porque el
loco apareció de la nada de la botella, y yo quedé ahí parao’, como terrible
perkin y la volá’. Y viene y me planta un combo en lo’cico, pero no me dolió na’,
porque el culiao’ era transparente, jia jia jia jiá, así que el loco quedó terrible
humillao’ y me dijo: “pide la cagá de deseo luego”, y yo le dije que se fuera a
la chucha.
−¿Y se fue a la chucha el genio culiao’?
−Ehhhh…, sí po’, si te acabo de decir po’, güeón.
−¿Y ése fue el deseo que le pediste?
−Síuh…, ¿por?
(Golpeándose la frente con la palma).
−Agüeonao’…