Especial #7: Año Nuevo ("Deseo de Año Nuevo")



Dieron las 12 de la noche y todos comenzaron a abrazarse, a gritar y a mirar los fuegos artificiales que empezaban a estallar en ese momento en el cielo con aire hipnotizado; bueno, todos menos yo: en vez de hacer eso, cerré mis ojos y pedí mi deseo de Año Nuevo que me correspondía como cualquier ser humano común y corriente; fue una cosa rápida, casi fugaz: como lo tenía pensado desde hacía tiempo, me costó menos de tres segundos formularlo.
            Cuando volví a abrir los ojos, miré a la derecha y comprobé que efectivamente mi deseo se había hecho realidad. ¡Vaya, qué feliz me sentía!
            −Hola, Felipe –me saludó el hombre aparecido a mi lado.
            −Hola, señor Lamadrid –lo saludé de vuelta, y nos besamos.

Cuento #50: Bernardo Solíz dijo




Anoche me tomé una botella de whiskey en mi pieza, solo, y tuve un sueño bastante extraño:
            en él aparecía dentro de una iglesia espaciosa, iluminada como ninguna otra que he visto hasta este momento: los asientos estaban separadísimos unos de otros, y el altar parecía encontrarse al fondo del gran salón (o como sea que se llame el lugar donde hacen las misas); de hecho, todo parecía grande, o yo más pequeño que todo lo demás, no lo sé. recuerdo que miré al techo y los pilares que deberían sostenerlo se perdían entre unas nubes que estaban donde debería haber estado el techo, no sé si se me entiende, y que todo lo que me rodeaba me daba tranquilidad, todo lo contrario a lo que siento cuando entro verdaderamente en una iglesia, en la vida real; me sentía bien, como iluminado, y entonces empecé a caminar hasta el altar del fondo, blanco y brillante como todo lo demás. al principio me costó verlo, por la distancia que nos separaba, pero a medida que avanzaba se me iba haciendo más fácil distinguir su figura detrás de la mesa del altar, vestida toda, entera de negro: tenía unos Ray-Ban oscuros, un sombrero de vaquero, pantalones de cuero, botas de aspecto duro y una camisa arremangada hasta los codos; tenía una expresión seria, barba sadomaso y una verruga en una de sus mejillas, todo enmarcado por un largo pelo negro que le caía hasta más allá de los hombros. ¡Lemmy!, le dije apenas lo vi, ¡tú eres Lemmy Kil…! no, no soy quien dices, me detuvo el hombre, sonriendo con lentitud. me llamo Bernardo. Bernardo Solíz, por si te interesa mi apellido. como lo recuerdo, a todas luces el hombre que tenía al frente era Lemmy, por supuesto, pero como era un sueño, me creí todo lo que me dijo como si fuera un encantador de ratas. me volvió a sonreír (afable, como un abuelo) y me dijo: la vida es corta, hijo, muy corta como para perderse en tonterías; un día debes ponerte las botas y morir con ellas, como sea; a veces comerás mierda, nadie te querrá por feo, todos dudarán de tu talento, pero nunca tires la toalla; recuerda que debes morir con las botas puestas, hijo, morir con ellas puestas. sus palabras me alucinaban, me llegaban al fondo del pecho; ¡pero es que mierda, si estaba hablando con el mismísimo Lemmy Kilmister, no podía ser menos, ¿no?! entonces miro a un lado de la mesa y veo que hay dos botellas (de formas irregulares) de whiskey sin etiqueta sobre ella. ¿sabías que antiguamente la gente podía quedar ciega si tomaba whiskey casero?, me preguntó sin dejar de sonreír al tiempo que tomaba una de las botellas y se la echaba a la boca. le dije que no. es por culpa del metanol, el alcohol y esas mierdas, me explicó vagamente entre sorbos, como si la información le diera lo mismo. ¿no le da miedo eso?, le dije. la vida es muy corta como para pensar en quedar ciego si me tomo un whiskey mal fermentado o no, me respondió mirándome a través de sus lentes. si tengo ganas de beber, pues lo haré y punto, nada más; lo demás, en realidad, importa una mierda. asintiendo, tomé la botella de whiskey restante y me la eché a la boca como por instinto: pero para mi sorpresa (mi sorpresa inconsciente del sueño) el líquido en su interior tenía el sabor y la consistencia del agua, a pesar que tenía el mismo color y olor a madera del whiskey. Bernardo (que realmente era Lemmy) me miró y me dijo: aunque tampoco debes ser el perro faldero de nadie y hacer lo que otros quieran que hagas. ¿cómo?, le pregunté. como haber tomado de ese whiskey cuando en realidad no querías. ¿quise tomar de ese whiskey realmente?; no lo sabía. tomaste de ese whiskey porque estaba sobre la mesa y yo tomé un poco y porque me parezco al vocalista de Motörhead y no querías quedar de maldito maricón frente a mí, aunque en realidad yo no sea el tal Lemmy Kilmister con el que todos me confunden y sea de verdad Bernardo Augusto Solíz Martínez como mi mamá, soltera y todo, me bautizó; ¿o estoy en lo incorrecto? no dije nada; en el sueño no sabía qué decir, aunque ahora, así consciente y todo, no sabría qué decirle tampoco. me quedé callado. hijo, tampoco es para que te lo tomes a pecho, me dijo; si quieres hacer algo, hazlo, no importa lo duro y difícil que parezca, sólo hazlo; y nunca hagas caso de los demás cuando sepas que lo estás haciendo bien, no importa lo errado que parezca. Bernardo me hablaba con una impronta dulce y gestos suaves, totalmente diferente del carácter que imponía con toda su ruda indumentaria. ahora, hijo, es mejor que salgas de aquí a menos que te guste la sangre. ¿qué?; no había entendido lo que me dijo. que es mejor que salgas de aquí si es que no te gusta la sangre; seguí sin entenderlo hasta que detrás suyo apareció una hermosa mujer de rizado pelo rubio, completamente desnuda; me pareció muy idéntica a Marilyn Monroe, aunque nunca había visto muchas fotos de Marilyn Monroe como para decir que eran iguales iguales. la chica le dio un beso en la boca (vi cómo sus lenguas chocaban con rapidez) y se instaló encima de la mesa del altar, boca arriba, sin dejar de sonreír en ningún momento; entonces Lemmy (Bernardo Solíz) sacó una pequeña hacha del interior de su chaqueta y empezó a rebanar a la muchacha, salpicando sangre por todos lados; los dos sonreían, los dos gritaban; para cuando el hombre había hecho picadillos el vientre de la mujer (que aún, fuera de todo, seguía viéndose muy bonita), se desabrochó los pantalones y empezó a penetrarla ahí mismo, sobre el altar, sin dejar de gritar y escupir groserías. ¡la vida es ahora, puta, la vida es ahora!, decía, gritaba mejor dicho, y también lo hacía la chica parecida a Marilyn Monroe, los dos mirándome mientras follaban y esparcían los intestinos de ésta por todos lados. empezaron a reírse y a besarse sin dejar el sexo. ¿que si sentí asco?; no, no sentí asco; de hecho, sentí cómo una potente erección avanzaba dentro de mis calzoncillos, todo lo contrario que podía esperar de la situación con la que soñaba; pero ya saben, sueños, sueños son, nada más que eso.
            Fue ahí entonces que escuché una lejana alarma sonando dentro de mi cuarto (partiéndome la cabeza con su estúpido ruidito de mierda) y me di cuenta que lo vivido no había sido más que un simple (pero inquietante) sueño producto de la borrachera de la noche anterior; sólo mi mano derecha encerrada en mi pene erecto eran la prueba fehaciente de que acababa de soñar con Lemmy Kilmister, el mítico fundador, vocalista y bajista de Motörhead, comportándose como Dios manda.