Historia #179: Los primeros rayos



Soñé que nos perdíamos en una micro rumbo a una fiesta muy lejos, con todos nuestros amigos sentados en los asientos al lado, aquellos que nos quieren separados y los pocos que nos siguen queriendo juntos. No lo entendí muy bien, pero en determinado momento nos disgustamos y decidí dar un paso al lado y bajarme de la micro en el primer paradero que se nos presentó en el camino; afuera el cielo era de un negro despiadado, como si en realidad fuera sólo vacío y nada más que eso; tampoco se veían más transeúntes ni otros vehículos para volver a casa. Cuando me arrepentí de haberme ido de tu lado, la micro decidió partir dejándome solo, a la deriva. Ahí no tenía nadie con quien hablar ni a nadie a quien pedirle ayuda para volver a casa, donde probablemente me sentiría seguro, más seguro que bajo ese horrible cielo oscuro y sin estrellas. Me senté en un rincón, al borde de las lágrimas, y comencé a escuchar unas voces rasposas que no dejaban de reírse. El viento frío de la noche entró por la ventana y pude volver en sí de nuevo; estaba en tu cuarto, unos tipos tomando vino y cerveza afuera de ésta, en la calle en plena madrugada; y ahí estabas tú, durmiendo y soñando conmigo lejos, apretujada entre mis brazos y mi pecho. Tomé las sábanas y cubrí nuestros cuerpos sudorosos por las imágenes de nuestras pesadillas y te abracé, te abracé lo más fuerte que pude. Aún quedaban un par de horas para que saliera el sol y tuviera que desaparecer como las sombras barridas por sus primeros e implacables rayos.

Historia #178: Como todas tus amigas



−Mamá, hay un hombre extraño afuera; está mirando raro y parece que tiene ganas de entrar a la casa.
            −Ve y dile que te gusta: así terminará yéndose como todas las mujeres a las que le has dicho lo mismo, ¡ja ja ja ja já!

Historia #177: Ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es un infierno



Ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es un infierno.
            No falta que tu jefe te diga: “¡hey, ¿qué te pasó en los ojos?!; ¿estuviste soldando?”. Y por lo mismo tener que responderle: “es que estuve llorando…, usted sabe, mi depresión” y quedar como un tipo más patético de lo que aparentas.
            O que llegue un cliente y del otro lado de la caja registradora te pregunte: “señor, ¿a usted lo dejan trabajar drogado?”, viéndote en la obligación de responderle: “no, caballero, no estoy drogado” justo en el momento en que tu jefe te está mirando lo suficientemente atento como para acercarse a ti y decirte, un poco alterado: “¿con quién estás hablando?”, cosa que te hace sentir algo extrañado, porque es obvio, estás hablando con un cliente del otro lado de la caja registradora, pero al segundo que vuelves a mirar al frente, esa persona ya no está, probablemente nunca haya estado ahí, y tú quedas: “oh, la media volá”, y entonces tu jefe empieza a decir una y otra vez “¡error, error, error!” a la vez que su cara empieza a derretirse dejando al descubierto un montón de cables y placas metálicas, mientras su cabeza da vueltas y vueltas con tanta rapidez, que termina por salirse de su eje disparada contra las luces del techo, haciéndolas explotar ruidosamente en una danza de chispas y llamas.
            Sí, ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es todo un infierno.