Soñé que nos perdíamos en
una micro rumbo a una fiesta muy lejos, con todos nuestros amigos sentados en
los asientos al lado, aquellos que nos quieren separados y los pocos que nos
siguen queriendo juntos. No lo entendí muy bien, pero en determinado momento
nos disgustamos y decidí dar un paso al lado y bajarme de la micro en el primer
paradero que se nos presentó en el camino; afuera el cielo era de un negro
despiadado, como si en realidad fuera sólo vacío y nada más que eso; tampoco se
veían más transeúntes ni otros vehículos para volver a casa. Cuando me
arrepentí de haberme ido de tu lado, la micro decidió partir dejándome solo, a
la deriva. Ahí no tenía nadie con quien hablar ni a nadie a quien pedirle ayuda
para volver a casa, donde probablemente me sentiría seguro, más seguro que bajo
ese horrible cielo oscuro y sin estrellas. Me senté en un rincón, al borde de
las lágrimas, y comencé a escuchar unas voces rasposas que no dejaban de
reírse. El viento frío de la noche entró por la ventana y pude volver en sí de
nuevo; estaba en tu cuarto, unos tipos tomando vino y cerveza afuera de ésta,
en la calle en plena madrugada; y ahí estabas tú, durmiendo y soñando conmigo
lejos, apretujada entre mis brazos y mi pecho. Tomé las sábanas y cubrí
nuestros cuerpos sudorosos por las imágenes de nuestras pesadillas y te abracé,
te abracé lo más fuerte que pude. Aún quedaban un par de horas para que saliera
el sol y tuviera que desaparecer como las sombras barridas por sus primeros e
implacables rayos.
Historia #178: Como todas tus amigas
−Mamá,
hay un hombre extraño afuera; está mirando raro y parece que tiene ganas de
entrar a la casa.
−Ve y dile que te gusta: así
terminará yéndose como todas las mujeres a las que le has dicho lo mismo, ¡ja
ja ja ja já!
Historia #177: Ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es un infierno
Ir al trabajo bajo los
efectos de las drogas es un infierno.
No falta que tu jefe te diga: “¡hey, ¿qué te pasó en los
ojos?!; ¿estuviste soldando?”. Y por lo mismo tener que responderle: “es que
estuve llorando…, usted sabe, mi depresión” y quedar como un tipo más patético
de lo que aparentas.
O que llegue un cliente y del otro lado de la caja
registradora te pregunte: “señor, ¿a usted lo dejan trabajar drogado?”,
viéndote en la obligación de responderle: “no, caballero, no estoy drogado”
justo en el momento en que tu jefe te está mirando lo suficientemente atento
como para acercarse a ti y decirte, un poco alterado: “¿con quién estás
hablando?”, cosa que te hace sentir algo extrañado, porque es obvio, estás
hablando con un cliente del otro lado de la caja registradora, pero al segundo
que vuelves a mirar al frente, esa persona ya no está, probablemente nunca haya
estado ahí, y tú quedas: “oh, la media volá”, y entonces tu jefe empieza a
decir una y otra vez “¡error, error, error!” a la vez que su cara empieza a
derretirse dejando al descubierto un montón de cables y placas metálicas,
mientras su cabeza da vueltas y vueltas con tanta rapidez, que termina por
salirse de su eje disparada contra las luces del techo, haciéndolas explotar
ruidosamente en una danza de chispas y llamas.
Sí, ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es todo
un infierno.