Historia #177: Ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es un infierno



Ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es un infierno.
            No falta que tu jefe te diga: “¡hey, ¿qué te pasó en los ojos?!; ¿estuviste soldando?”. Y por lo mismo tener que responderle: “es que estuve llorando…, usted sabe, mi depresión” y quedar como un tipo más patético de lo que aparentas.
            O que llegue un cliente y del otro lado de la caja registradora te pregunte: “señor, ¿a usted lo dejan trabajar drogado?”, viéndote en la obligación de responderle: “no, caballero, no estoy drogado” justo en el momento en que tu jefe te está mirando lo suficientemente atento como para acercarse a ti y decirte, un poco alterado: “¿con quién estás hablando?”, cosa que te hace sentir algo extrañado, porque es obvio, estás hablando con un cliente del otro lado de la caja registradora, pero al segundo que vuelves a mirar al frente, esa persona ya no está, probablemente nunca haya estado ahí, y tú quedas: “oh, la media volá”, y entonces tu jefe empieza a decir una y otra vez “¡error, error, error!” a la vez que su cara empieza a derretirse dejando al descubierto un montón de cables y placas metálicas, mientras su cabeza da vueltas y vueltas con tanta rapidez, que termina por salirse de su eje disparada contra las luces del techo, haciéndolas explotar ruidosamente en una danza de chispas y llamas.
            Sí, ir al trabajo bajo los efectos de las drogas es todo un infierno.