Historia #243: Todo es culpa de los gatos

Güena, güeón.
            −Güena, culiao’, ¿cómo estai? ¿Por qué esa cara?
            −Puta, la güeá es súper güeona, en volá hasta te da risa.
−Ya, si no hay drama: cuenta nomás, que no me río.
−Mira, la güeá de verdad es súper güeona; cacha que hay unos gatos que van a güear a mi casa y me tienen hasta el pico.
            −Ya, ¿qué onda los gatos?
            −No sé si te conté, pero hace unas semanas adopté una gatita y la volá.
            −¿Qué onda, la gata es suelta como vo’?
            −No, na’ que ver: la gata es súper tranquila y respetuosa. Mea y caga donde debe, y no me fastidia por comida por la madrugada como la Canela.
            −Ya, ¿y cuál es el problema?
            −Que vienen otros gatos a comerle la comida y a cagar en su caja de arena. De hecho, ayer llegué a mi casa y mi pieza estaba pasá’ a meados. No sé por dónde chucha se metieron los gatos culiaos, pero llevan días así, meándome todo.
            −Ah, pero pa’ eso hay una solución fácil.
            −¿Cuál?
            −Mira, tomai’ un vaso, le echai’ un poco de agua y lo mezclai’ con un poco de vinagre. Cuando la güeá quede lista, tení’ que echarla en los lugares donde mearon los gatos culiaos; así nunca más van a volver a mear ahí.
            −¿En serio, güeón? ¿No me estarai’ güeando?
            −No, pa’ na’; inténtalo.
            −Mira, justo acá tengo un poco de vinagre.
            −Güena; échale agua y mézclalo con una cuchara… Eso… Así… Y ahora…; oye, ¿por qué te estai’ llevando esa güeá a…? ¡Oye, güeón, ¿por qué te estai’ echando esa güeá en la cara, güeón pa’o?!

            −Los gatos, güeón. Toda esta mierda es culpa de los gatos.

Largo camino a la ruina #25: Perdido

Desperté y no encontré mi celular al palpar el velador a mi lado; me di la paja de abrir bien los ojos y buscarlo con más detención, pero ahí no estaba; ni tampoco en el suelo; ni en los bolsillos de mis pantalones ni en mi chaqueta (me había vuelto a quedar dormido con ropa). Pensé: "en volá' lo perdí ayer, curao'", recordando que estábamos en la playa, tomando cerveza hasta que algo hizo click en mi cabeza y todo se oscureció de repente. No recordaba otra cosa además de eso.
Así fue que pensé (también) en que el celular en realidad me daba lo mismo: además de dar la hora, las llamadas que recibía sólo me causaban malestar y fastidio, lo que me tenía podrido desde hacía tiempo. Pero recordé (como un chispazo) que ahí se iba el número de mi ex (el que nunca memoricé para evitar llamarla curao' en la madrugada después de haber terminado) junto con sus fotos en pelota que me mandaba cuando no podíamos dormir juntos y los videos que grabábamos cuando estábamos en buena, culiando a todo ritmo.
Pensé: "¡mierda!", sintiendo un miedo punzante en el estómago, antes de dejar que el sueño volviera a hacer lo suyo, tumbándome con la ropa puesta sobre esas sábanas pasadas a cerveza.

Ya tendría tiempo para solucionar esos problemas.