−Güena, güeón.
−Güena, culiao’,
¿cómo estai? ¿Por qué esa cara?
−Puta, la güeá es súper güeona, en
volá hasta te da risa.
−Ya,
si no hay drama: cuenta nomás, que no me río.
−Mira,
la güeá de verdad es súper güeona; cacha que hay unos gatos que van a güear a
mi casa y me tienen hasta el pico.
−Ya, ¿qué onda los gatos?
−No sé si te conté, pero hace unas
semanas adopté una gatita y la volá.
−¿Qué onda, la gata es suelta como
vo’?
−No, na’ que ver: la gata es súper
tranquila y respetuosa. Mea y caga donde debe, y no me fastidia por comida por
la madrugada como la Canela.
−Ya, ¿y cuál es el problema?
−Que vienen otros gatos a comerle la
comida y a cagar en su caja de arena. De hecho, ayer llegué a mi casa y mi
pieza estaba pasá’ a meados. No sé por dónde chucha se metieron los gatos
culiaos, pero llevan días así, meándome todo.
−Ah, pero pa’ eso hay una solución
fácil.
−¿Cuál?
−Mira, tomai’ un vaso, le echai’ un
poco de agua y lo mezclai’ con un poco de vinagre. Cuando la güeá quede lista,
tení’ que echarla en los lugares donde mearon los gatos culiaos; así nunca más
van a volver a mear ahí.
−¿En serio, güeón? ¿No me estarai’
güeando?
−No, pa’ na’; inténtalo.
−Mira, justo acá tengo un poco de
vinagre.
−Güena; échale agua y mézclalo con
una cuchara… Eso… Así… Y ahora…; oye, ¿por qué te estai’ llevando esa güeá a…?
¡Oye, güeón, ¿por qué te estai’ echando esa güeá en la cara, güeón pa’o?!
−Los gatos, güeón. Toda esta mierda
es culpa de los gatos.