Especial #3: Copa América 2015 ("Gracias al Benevolente")



La Mujer se paseaba de un extremo a otro por su Gabinete, enormemente atribulada. Le faltaban uñas para seguir royendo nerviosismo y horas del día para recuperar el sueño que jamás llegaba por las noches. Todo se estaba viniendo abajo con una rapidez sorprendente: al fin los ignorantes habían arrancado el telón negro con el que Ella y sus amigos cubrían toda la información confidencial sobre las extorsiones y negocios fraudulentos que llevaban a cabo en secreto; ahora ellos, los mismos votantes e idiotas ignorantes, eran los que querían ver las cabezas cercenadas de los culpables sobre una pica por todo el mal que le habían hecho a la nación; y bueno, si sus amigos seguían cayendo como lo llevaban haciendo hasta ahora, por matemática simple, Ella también terminaría por hacerlo tarde o temprano.
            Sin embargo, luego de escuchar un sonoro crujido provenir de la chimenea de su despacho, la Mujer supo que quizá las cosas pudieran mejorar incluso antes de lo que Ella pensaba.
            −Pensé que no llegarías −dijo la Mujer antes de dar media vuelta y mirar hacia la chimenea−. Temí que hubieran decidido dejar de ayudarnos.
            Las maderas volvieron a crujir, ésta vez rompiéndose bajo el peso de una criatura bípeda aparecida de la nada, mitad becerro, mitad humano, de piel tan roja como la sangre recién salida de una herida. La sala entera se llenó inmediatamente de un potente olor a azufre.
            −Estaba en el despacho de Barack −dijo la criatura con una voz que retumbó por todos lados−. Siempre me entretiene con sus historias de viajes espaciales...; disculpa, no quise retrasarme…  
            −No, no, da lo mismo, en serio −le cortó la Mujer, haciendo un ademán de indiferencia−. Lo que vale es que estés aquí, en serio. ¿Quieres tomar asiento?
            −Sí, por favor. Estoy algo cansado.  
            −¿Quieres un poco de sangre de bebé fresca?
            −Bueno, me encantaría un poco.
            La Mujer abrió uno de los cajones secretos de su escritorio y sacó una botella de cristal vaciada hasta la mitad; el líquido que tenía dentro era casi tan rojo como la piel de la criatura que ahora se encontraba sentada frente a Ella.
            −Gracias −dijo ésta última, alzando su copa−. Por Aknal’har.
            −Por Aknal’har −repitió su interlocutora antes de chocar las copas y beber un poco de ellas−. ¡Ah, no hay nada como la sangre de bebé!
            −¡Sí, desde hace tiempo que nadie me invitaba a un poco!
            −Verás, últimamente ha estado muy escasa… −La Mujer carraspeó levemente−. De hecho, te necesitamos aquí por algo relacionado a ello…
            −Sí, sí, ya me han informado sobre todo lo que está pasando aquí −La criatura se cruzó de piernas, manchando la alfombra con lo que parecían ser marcas de hollín−. Les salió el tiro por la culata, ¿eh?
            La Mujer se mordió los labios antes de tomar otro sorbo de su copa.
            −Algo así, algo así…
            −Mira, una vez un tipo creó un dicho que dice que no se debe llorar sobre la leche derramada, lo que me hace pensar, además, que quien lo dijo, era un verdadero marica para llorar sobre la leche derramada, ¿no?
            −No estoy para bromas, en serio…
            −Ya, ya, tampoco es para que te lo tomes así −La criatura volvió a tomar otro sorbo de sangre de bebé−. Además, creo que ya sabes porque me han mandado aquí, ¿no?
            −Sí, por supuesto. Siempre es bueno saber que el Gran Aknal’har es capaz de ayudarnos a pesar de todo.
            −Les tiene estima; deberían sentirse bien por eso.
            −Sí, es verdad, se siente bien saberlo.          
            La criatura hizo una leve y amistosa reverencia de cabeza, sin dejar de sonreír. Luego dijo:
            −Es más: ya hemos echado a andar un plan para que logren ganar algo más de tiempo con todos sus problemas.
            La Mujer se sobresaltó un poco, removiéndose ligeramente en su asiento; un poco de sangre de bebé estuvo a punto de salir disparada del borde de su copa.
            −¿En serio? −preguntó, algo incrédula.
            −Había que ganar tiempo, así que aprovechamos ciertas cosas que están ocurriendo en este mismo momento.
            −¿En este mismo momento? ¿Viene otro terremoto, o han vuelto a poner otra bomba en algún…?
            −¡No, no! −rió la criatura, afirmándose el estómago−. La gente ya ha comenzado a sospechar de esas cosas −La criatura acercó su cara a la de la Mujer, quien no pudo evitar hacer una mueca de disgusto al sentir el penetrante olor a azufre tan de cerca−. Esto es mucho mejor.
            −¿De qué se trata todo esto?
            −El entrenador del equipo de tu país ha dejado que sus jugadores tengan hoy su día libre…
            −¿Y eso qué tiene que ver con todo esto? −La Mujer parecía un poco aturdida.
            −Piensa un poco −sonrió la criatura.
            La Mujer comenzó a roerse las gastadas uñas de su mano derecha, pensando en cuál podría ser la respuesta. Hasta que tras un breve chispazo mental, supo cuál podía ser ésta.
            −Podría ser −empezó a decir Ella− que a alguno de los jugadores le pase algo malo…, o que uno de ellos termine haciendo algo malo, como aquella vez del Bautizo ése...
            La criatura asentía lentamente sin dejar de mirarla, con una expresión de altanera suficiencia en el rostro.
            ¡Bingo! Has dado en el clavo.
            −Pero… ¿cómo?
            −Fácil −explicó la criatura tras vaciar su copa−: es sólo cosa de presentarles una tentación para que caigan como niños. La gente de tu país tiene una capacidad de resistencia mental casi nula…
            −Eso fue culpa de los españoles…
            −Sí, sí, ya lo sabemos −dijo la criatura−, pero como dije recién: no se llora sobre la leche derramada.
            >>Bueno, el asunto es que dentro de muy poco sabrás de qué estuve hablando.
            La Mujer parecía un poco incrédula.
            −¡No me mires así −repuso la criatura al darse cuenta cómo lo observaba su interlocutora−, sabes que nunca te hemos decepcionado!
            −Tienes razón. ¡Pero en serio, si esta vez sueltan otro terremoto, espero que nunca más…!
            −¡Hey, nosotros no somos quienes necesitamos de ayuda, para que quede claro! En segundo lugar, sabrás a qué me refiero cuando enciendas el televisor apenas me haya ido. Y tercer lugar…: ¿podrías servirme otra copa de sangre de bebé?
            La Mujer rellenó la copa de la criatura, quien por su lado la vació de un solo trago.
            −Debo irme −anunció la criatura, incorporándose trabajosamente−. Ya sabes, cualquier cosa…
            −Sí, gracias −Y antes que la criatura bípeda volviera a la chimenea por donde había aparecido, la Mujer añadió−: Dale también las gracias de mi parte a Aknal’har, siempre Benevolente, siempre Todopoderoso. Dile que cuando venga, le tendré lo que desea.
            −Ya lo tiene claro, querida −afirmó la criatura, posicionándose sobre las maderas rotas de la chimenea−. Así que no te preocupes si sigue desapareciendo gente y animales en las ciudades pequeñas.
            La Mujer estuvo a punto de hacer una señal de indiferencia, pero prefirió omitir cualquier acción relacionada a las pagas de Aknal’har. En vez de eso, se despidió de la criatura con un cálido:
            −Nos vemos −antes de alzar sus brazos y cruzarlos en X sobre su cabeza, haciendo la señal del Todopoderoso.
            −Nos vemos −repitió la criatura, haciendo el mismo gesto antes de desaparecer entre un humo negro y tóxico de la chimenea.
            La Mujer buscó en su escritorio el botón para ventilar el Gabinete del hedor a azufre que había quedado en él. Acto seguido, se sentó en su costosa y cómoda silla y encendió el televisor pantalla plana que colgaba de una de sus paredes.
            −Vaya, vaya −sonrió la Mujer al ver, en primera instancia, la noticia que se estaba desarrollando en vivo en las pantallas.
            …Informamos que uno de los jugadores de la Selección Chilena acaba de tener un accidente en su Ferrari en el Acceso Sur de Santiago; se dice que estaría bajo la influencia del alcohol…
            La Mujer se acomodó en su asiento y volvió a sacar el corcho de la botella de sangre de bebé, estando a punto de rellenar su copa una vez más, pero luego de pensarlo mejor, se decidió que era más conveniente beber de la botella misma; total, no todos los días se conseguía distraer la atención de la gente de los verdaderos problemas que sucedían en el país.
           

Reseña #1: La Guerra de las Galaxias



Título: La Guerra de las Galaxias (Star Wars)
Idioma original: inglés
Autor: George Lucas
Año de publicación: 1976


Me encontré este libro en una vieja feria de las pulgas en el Valle del Elqui. Por el precio al que lo vendían ($2.500), no dudé en comprarlo de inmediato, no importando que estuviera un poco apolillado y que las hojas olieran a anciano y tuvieran un desagradable color como a orina seca; sólo lo tomé y ya, aunque con la punta de mis dedos pulgar e índice, antes de echarlo en mi mochila. Recuerdo haber pensado: “debe ser una mierda”, imaginando que lo que tenía en mis manos era una adaptación mala de lo que había sido la película, como en tantos otros casos en que los resultados son catastróficos; pero como siempre ocurre cuando nunca aclaro datos ni comparo fechas de lanzamientos y esas cosas, resulta que la novela, efectivamente, fue antes que la película. Entonces dije: “veamos”.
            Debo decir que la historia engancha desde un principio, y no sólo por ser una especie de guión para la posterior película (porque todos los diálogos –o su gran mayoría- fueron extraídos de sus páginas exactamente iguales), sino por toda la información que George Lucas se permite entregar sin tener que latear espectadores ni una sala llena de personas con detalles que cualquier fanático y ñoño de la ciencia ficción puede saborear sin remordimientos. Con este libro, a grandes rasgos, se pueden llenar fácilmente todos los espacios vacíos que deja el argumento, situaciones que en la película parecen no tener muchos fundamentos, pero que en el desarrollo del libro condimentan el extenso universo de la saga entera; el funcionamiento técnico de los sables de luz, de los blasters (o desintegradores), de los droides protagonistas, el verdadero y noble arte de los jedis, datos importantísimos sobre las Guerras Clónicas, entre otras cosas, son sólo un pequeño vistazo de todo lo que nos trata de explicar para hacer más creíble todo lo que salió de su gran cabeza.
            Cabe destacar también, como dato aparte, que en un principio, al parecer, el autor tenía pensado hacer uso de imágenes más fuertes de las que ya se pueden ver en la famosa primera adaptación de la saga (como la muerte de Greedo, de Obi Wan o la mutilación de una de las manos de un rufián de Tatooine), respondiendo, de paso, una de las más grandes interrogantes personales: ¿cómo puede ser que alguien, luego de recibir un estruendoso impacto de un desintegrador, no vuele en mil trozos de carne?; pues bien, en el libro los soldados imperiales, rebeldes, pilotos de naves, etcétera, de verdad respetan las leyes de la física y la muerte sanguinolenta, con detalles gráficos y unas cuantas líneas dedicadas a la explicación de ellas, lo cual, como dije anteriormente, no hace más que volver más y más rica esta primera entrega.
            Si se considera un gran fanático de Star Wars, o quiere aprender más de la famosa guerra de las galaxias, este libro queda totalmente recomendado; y bueno, si no es tan fanático de la serie, debe saber que en sí, “La Guerra de las Galaxias” es una novela que fue hecha para entretener a la par que esas películas dominicales donde los choques de fuerzas son notorios, hay un protagonista huérfano, conocedor de una gran verdad interior, y que al final de cuentas, es la importante clave para que el bien gane por sobre el mal. Un libro entretenido, capaz de mantenerte pegado por horas. De hecho, demoré sólo un par de días en engullirlo.