La Mujer se paseaba de un extremo a otro
por su Gabinete, enormemente atribulada. Le faltaban uñas para seguir royendo
nerviosismo y horas del día para recuperar el sueño que jamás llegaba por las
noches. Todo se estaba viniendo abajo con una rapidez sorprendente: al fin los ignorantes habían arrancado el telón
negro con el que Ella y sus amigos cubrían toda la información confidencial
sobre las extorsiones y negocios fraudulentos que llevaban a cabo en secreto; ahora
ellos, los mismos votantes e idiotas
ignorantes, eran los que querían ver las cabezas cercenadas de los culpables
sobre una pica por todo el mal que le habían hecho a la nación; y bueno, si sus
amigos seguían cayendo como lo llevaban haciendo hasta ahora, por matemática
simple, Ella también terminaría por hacerlo tarde o temprano.
Sin
embargo, luego de escuchar un sonoro crujido provenir de la chimenea de su
despacho, la Mujer supo que quizá las cosas pudieran mejorar incluso antes de
lo que Ella pensaba.
−Pensé
que no llegarías −dijo la Mujer antes de dar media vuelta y mirar hacia la
chimenea−. Temí que hubieran decidido dejar de ayudarnos.
Las
maderas volvieron a crujir, ésta vez rompiéndose bajo el peso de una criatura bípeda
aparecida de la nada, mitad becerro, mitad humano, de piel tan roja como la
sangre recién salida de una herida. La sala entera se llenó inmediatamente de un
potente olor a azufre.
−Estaba
en el despacho de Barack −dijo la criatura con una voz que retumbó por todos
lados−. Siempre me entretiene con sus historias de viajes espaciales...; disculpa,
no quise retrasarme…
−No,
no, da lo mismo, en serio −le cortó la Mujer, haciendo un ademán de
indiferencia−. Lo que vale es que estés aquí, en serio. ¿Quieres tomar asiento?
−Sí,
por favor. Estoy algo cansado.
−¿Quieres
un poco de sangre de bebé fresca?
−Bueno,
me encantaría un poco.
La
Mujer abrió uno de los cajones secretos de su escritorio y sacó una botella de
cristal vaciada hasta la mitad; el líquido que tenía dentro era casi tan rojo
como la piel de la criatura que ahora se encontraba sentada frente a Ella.
−Gracias
−dijo ésta última, alzando su copa−. Por Aknal’har.
−Por
Aknal’har −repitió su interlocutora
antes de chocar las copas y beber un poco de ellas−. ¡Ah, no hay nada como la
sangre de bebé!
−¡Sí,
desde hace tiempo que nadie me invitaba a un poco!
−Verás,
últimamente ha estado muy escasa… −La Mujer carraspeó levemente−. De hecho, te necesitamos
aquí por algo relacionado a ello…
−Sí,
sí, ya me han informado sobre todo lo que está pasando aquí −La criatura se cruzó de piernas, manchando la alfombra con lo
que parecían ser marcas de hollín−. Les salió el tiro por la culata, ¿eh?
La
Mujer se mordió los labios antes de tomar otro sorbo de su copa.
−Algo
así, algo así…
−Mira,
una vez un tipo creó un dicho que dice que no se debe llorar sobre la leche
derramada, lo que me hace pensar, además, que quien lo dijo, era un verdadero
marica para llorar sobre la leche derramada, ¿no?
−No
estoy para bromas, en serio…
−Ya,
ya, tampoco es para que te lo tomes así −La criatura volvió a tomar otro sorbo
de sangre de bebé−. Además, creo que ya sabes porque me han mandado aquí, ¿no?
−Sí,
por supuesto. Siempre es bueno saber que el Gran
Aknal’har es capaz de ayudarnos a
pesar de todo.
−Les
tiene estima; deberían sentirse bien por eso.
−Sí,
es verdad, se siente bien saberlo.
La
criatura hizo una leve y amistosa reverencia de cabeza, sin dejar de sonreír.
Luego dijo:
−Es
más: ya hemos echado a andar un plan
para que logren ganar algo más de tiempo con todos sus problemas.
La
Mujer se sobresaltó un poco, removiéndose ligeramente en su asiento; un poco de
sangre de bebé estuvo a punto de salir disparada del borde de su copa.
−¿En
serio? −preguntó, algo incrédula.
−Había
que ganar tiempo, así que aprovechamos ciertas cosas que están ocurriendo en
este mismo momento.
−¿En
este mismo momento? ¿Viene otro terremoto, o han vuelto a poner otra bomba en
algún…?
−¡No,
no! −rió la criatura, afirmándose el estómago−. La gente ya ha comenzado a
sospechar de esas cosas −La criatura acercó su cara a la de la Mujer, quien no
pudo evitar hacer una mueca de disgusto al sentir el penetrante olor a azufre
tan de cerca−. Esto es mucho mejor.
−¿De
qué se trata todo esto?
−El
entrenador del equipo de tu país ha
dejado que sus jugadores tengan hoy su día libre…
−¿Y
eso qué tiene que ver con todo esto? −La Mujer parecía un poco aturdida.
−Piensa
un poco −sonrió la criatura.
La
Mujer comenzó a roerse las gastadas uñas de su mano derecha, pensando en cuál
podría ser la respuesta. Hasta que tras un breve chispazo mental, supo cuál
podía ser ésta.
−Podría
ser −empezó a decir Ella− que a alguno de los jugadores le pase algo malo…, o que uno de ellos termine
haciendo algo malo, como aquella vez del Bautizo ése...
La
criatura asentía lentamente sin dejar de mirarla, con una expresión de altanera
suficiencia en el rostro.
−¡Bingo! Has dado en el clavo.
−Pero…
¿cómo?
−Fácil
−explicó la criatura tras vaciar su copa−: es sólo cosa de presentarles una
tentación para que caigan como niños. La gente de tu país tiene una capacidad de resistencia mental casi nula…
−Eso
fue culpa de los españoles…
−Sí,
sí, ya lo sabemos −dijo la criatura−, pero como dije recién: no se llora sobre
la leche derramada.
>>Bueno,
el asunto es que dentro de muy poco sabrás de qué estuve hablando.
La
Mujer parecía un poco incrédula.
−¡No
me mires así −repuso la criatura al darse cuenta cómo lo observaba su
interlocutora−, sabes que nunca te hemos decepcionado!
−Tienes
razón. ¡Pero en serio, si esta vez sueltan otro terremoto, espero que nunca más…!
−¡Hey,
nosotros no somos quienes necesitamos
de ayuda, para que quede claro! En segundo lugar, sabrás a qué me refiero
cuando enciendas el televisor apenas me haya ido. Y tercer lugar…: ¿podrías
servirme otra copa de sangre de bebé?
La
Mujer rellenó la copa de la criatura, quien por su lado la vació de
un solo trago.
−Debo
irme −anunció la criatura, incorporándose trabajosamente−. Ya sabes, cualquier
cosa…
−Sí,
gracias −Y antes que la criatura bípeda volviera a la chimenea por donde había
aparecido, la Mujer añadió−: Dale también las gracias de mi parte a Aknal’har, siempre Benevolente, siempre
Todopoderoso. Dile que cuando venga, le tendré lo que desea.
−Ya
lo tiene claro, querida −afirmó la criatura, posicionándose sobre las maderas
rotas de la chimenea−. Así que no te preocupes si sigue desapareciendo gente y
animales en las ciudades pequeñas.
La
Mujer estuvo a punto de hacer una señal de indiferencia, pero prefirió omitir
cualquier acción relacionada a las pagas de Aknal’har.
En vez de eso, se despidió de la criatura con un cálido:
−Nos
vemos −antes de alzar sus brazos y cruzarlos en X sobre su cabeza, haciendo la
señal del Todopoderoso.
−Nos
vemos −repitió la criatura, haciendo el mismo gesto antes de desaparecer entre
un humo negro y tóxico de la chimenea.
La
Mujer buscó en su escritorio el botón para ventilar el Gabinete del hedor a
azufre que había quedado en él. Acto seguido, se sentó en su costosa y cómoda
silla y encendió el televisor pantalla plana que colgaba de una de sus paredes.
−Vaya,
vaya −sonrió la Mujer al ver, en primera instancia, la noticia que se estaba
desarrollando en vivo en las pantallas.
−…Informamos que uno de los jugadores de la
Selección Chilena acaba de tener un accidente en su Ferrari en el Acceso Sur de
Santiago; se dice que estaría bajo la influencia del alcohol…
La Mujer se acomodó en su asiento
y volvió a sacar el corcho de la botella de sangre de bebé, estando a punto de
rellenar su copa una vez más, pero luego de pensarlo mejor, se decidió que era
más conveniente beber de la botella misma; total, no todos los días se
conseguía distraer la atención de la gente de los verdaderos problemas que
sucedían en el país.