Largo camino a la ruina #19: Conversaciones sobre la mesa

Como si fuera un rito, con el Juan fumamos del bong antes de comenzar a devorar nuestros huevos revueltos de las onces. Nos servimos té y preparamos nuestros sándwiches mientras sentíamos los primeros efectos de la hierba.
            El Juan mastica y me dice:
            −Cacha que una vez mi mamá no tenía con quién cuidarme, y como no me quería dejar solo, me llevó donde una vecina a esa hora de la’ once’.
            −¿Ya y, qué onda?
            −Na’ po’ –El Juan mastica otra vez y habla con la boca llena−.  Viene y me prepara unos huevos revueltos y la güeá’, conversa un rato conmigo y le abre la puerta a una vecina que va a verla a esa hora.
            −¿Qué onda; intentaron abusar de ti, un trío, alguna güeá’ loca?
            −No, na’; pero la vecina que había llegado me ve y me pregunta: “¿están ricos los huevos?”, y la vecina que me los preparó le responde de una: “sí, si la gente siempre dice que mis huevos son los mejores del mundo”; entonces me mira y me pregunta: “¿no es cierto?”.
            −¿Y qué le respondiste tú?
            −La verdad po’ –dijo el Juan−. Que no.
            −¿Te la cagaste ahí mismo, en su propia casa?
            −Sí, la humillé de una manera muy ruin y detestable –Hizo una pausa−. Desde ese día que nunca más me quiso en su casa: cuando mi mamá le preguntaba si me podía cuidar otra vez, le decía que tenía que ir a ver a su mamá enferma, que estaba indispuesta o que un “fuerte dolor de estómago” la tenía imposibilitada de hacer cualquier cosa, onda diarrea explosiva y la güeá’.
            −¿Tanto así?
            −Sí. ¡Y todo por sus cagás de huevos con cáscara! –El Juan volvió a masticar su sándwich−. Cacha que después, cuando nos decía que no, con mi mamá la veíamos asomarse por la ventana, como si esperara a alguien, o salir de su casa sin ser descubierta y la güeá. Nos evitaba como a las ratas.
            −Quizá no estaba lejos de la realidad.
            −Ja ja já –rió el Juan irónicamente−. Gúeón pao’.
            −Entonces quizá deberíai’ decir menos la verdad en los momentos menos indicados. ¿O no?

            −Mmmm. Puede ser –El Juan tomó un sorbo de té, comió de su pan, y agregó−: A todo esto, tus huevos son una mierda.