Título: El signo del gato (The cat's pajamas).
Idioma original: inglés.
Autor: Ray Bradbury
Año de publicación: 2004
Cuando solía pensar en Ray Bradbury, famoso autor de las Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, jamás creí que el hombre
en cuestión pudiera dedicarse hasta el último de sus viejos días a escribir y
producir textos como lo hiciera en el mejor momento de su vida; contemporáneo a
un montón de otros famosos escritores ya muertos, siempre pensé que el pobre
Ray había sufrido la misma suerte que ellos hacía ya tiempo, comprobando, otra
vez, que mi desinformación sobre ciertos temas me hacían quedar como un
verdadero estúpido aún conmigo mismo.
Di con este libro en
la amplia estantería de un amigo, y más que atraerme su bonita portada llena de
gatos hecha por el mismísimo autor, me llamó enormemente la atención la fecha
de elaboración del dibujo (2003), haciéndome dar cuenta que Bradbury, en
realidad, no estaba tan muerto como pensaba y que, al final de todo, seguía
teniendo ganas de introducirnos en las fantásticas situaciones que fraguaba su mente,
aún después de todo.
El signo del gato es una colección que materializa distintas
historias concebidas por Ray desde 1946 hasta el año 2004, aproximadamente; sin
embargo, y a pesar que la diferencia temporal de un texto con otro es prácticamente
enorme (más de cincuenta años), no hay un contraste patente que nos haga darle
razón a esa gran cantidad de días y meses que parece haber sido casi una
eternidad: de hecho, la misma energía que implementó para sus primeras obras vuelve
para arremeter contra las páginas en blanco del nuevo milenio y demostrar que
hay oficios que no se olvidan nunca, así como que la habilidad para escribir
madura e hipnóticamente sólo suele mejorar cuando de fondo hay un trabajo arduo
y el incansable suceder del tiempo es bien aprovechado.
Por otro lado, cabe
destacar el cuento que le da el nombre a la colección, llamado originalmente The cat’s pajamas (El piyama del gato) y
uno de los más recientes del libro, en donde se cuenta una peculiar situación
que envuelve a una pareja de jóvenes y un particular y encantador gato. Escrita
de una forma inquieta, apasionada y fresca, pareciera que la historia fue
producida en los años más jóvenes de Bradbury; si no fuera por la fecha que él
mismo adjudica como año de escritura del cuento, con toda seguridad el lector
podría decir todo lo contrario. Si llegan a leer El piyama del gato probablemente entenderán a lo que me refiero.
Y cuando uno llega al
final del libro y se encuentra con el poema (el único dentro de toda la
colección) dedicado a todos los fallecidos contemporáneos de Bradbury, uno no
puede hacer menos que acongojarse, compartir los sentimientos de abandono y
melancolía, y pensar que la real inteligencia de una persona queda demostrada
cuando ésta manifiesta un notorio pensamiento de respeto y condescendencia
hacia la muerte, no alardeando de ella; aquí lo dice en cada una de sus partes:
el tiempo les llega a todos por igual, sólo hay que estar preparado para el
gran viaje en tren lleno de viejos amigos de todas las épocas.
Es una pena que un
gran autor como Ray Bradbury haya fallecido, aún después de haber hecho tanto
en vida; pero es que a veces mueren nuestros pequeños y frágiles héroes y nos
quedamos con sus palabras e ideas, imágenes y creencias, y todo lo demás es
enseñanza. Como ésta, por ejemplo, que nos dice que jamás dejemos de hacer lo
que nos gusta, porque es lo único que nos va a mantener con vida, incluso
después de la muerte.