Hoy día sentí una rabia inmensa:
resulta que estaba en el supermercado, empacando como siempre a eso de las una
de la tarde, cuando nunca hay mucha gente y el sol pega como si fuera verano;
fue en eso que apareció un hombre de unos cincuenta años, acompañado de su hijo
de unos veinticinco y su nieto de unos cuatro. Mientras el mayor de ellos se
dedicaba a pasar y pagar los productos a comprar, su nieto corrió en dirección
a un auto de juguete que por $100 te hace escuchar una extraña música japonesa
que nadie entiende, sube y baja emulando baches y curvas gracias a un
prehistórico sistema mecánico, y te muestra un escenario al estilo Mario Kart
en una pantalla que tiene en su interior, sólo visible para quienes se sientan
a él. Como todo infante que ansía manejar un automóvil por primera vez, el niño
subió trabajosamente hasta su asiento, y una vez dentro, miró a su papá como
pidiendo por favor una moneda para poder hacerlo funcionar; sin embargo, el
tipo en cuestión, vestido a la manera de los hip-hoperos, le dijo fuertemente,
como si quisiera que todos los que estaban por ahí cerca escucharan:
−¡Oye, no te subai’ a esa güeá!
Es rosao’, y el rosao’ e’ pa’ la’ minas y maracos.
Me sorprendió mucho escucharlo; a
pesar de tener un léxico coprolálico hasta los cocos, no pude creer que eso se
lo estuviera diciendo a un niño de cuatro (o quizá menos) años, quien
probablemente sólo piensa en la palabra “color” cuando tiene en frente algo
rosado, o amarillo, celeste, o magenta, lo que sea; peor aún fue ver que el
anciano al que atendía, abuelo del pequeño, también reía por el comentario.
“Ah, ahí está la güeá”, pensé, “la estupidez viene de familia”. Y no pude hacer
nada más que gruñir y quitarle el saludo al muy hijo de puta.
Al final de cuentas, el niño se
quedó callado, mirándolos a todos como si sintiera una horrible culpa por haber
caído tontamente bajo el hechizo de ese llamativo auto rosado, el que por sólo
$100 te da casi un minuto de diversión llena de luces y música como sacada de
la guerra de Vietnam. Y así, día a día, miles de casos como éste en todo el
país, continente y mundo, llenando de odio e ideas totalmente primitivas e
imbéciles a pequeños que ni siquiera tienen la noción de lo que se les dice e
inculca.
Así día a día, en todas partes
del mundo…