Caminaba con una amiga por
la villa donde vivimos, cuando nos topamos con una casa llena de rosas de todos
los colores y de todas las formas; tenía un jardín enorme, hermoso y bien
cuidado. De verdad que daban unas ganas tremendas de quedarse ahí y ver esas
rosas por toda la tarde. De verdad…, de verdad que era un espectáculo hermoso.
Fue tanto así, de hecho, que con mi amiga nos acercamos a la entrada de la casa
y llamamos a la dueña (una señora mayor súper buena onda) que salió a vernos
inmediatamente.
¿Querís saber cómo se llamaba?
−¿Cómo?
−Rosa Rojas Rosales.
(Su interlocutor se para enojado y dice):
−Ya estai’ con tus cagás de chistes fomes, Meruane culiao’,
oh.