Me dieron ganas de mear y le
dije al Mauro: “oye, Mauro, voy a mear”; el culiao’ tosió y me hizo seña pa’
que fuera nomá’. Ya po’, fui al baño y la güeá y estaba esa cortina con el
delfín culiao’, con el fondo mora’o y la güeá, ahí, y el delfín como que se
movió, así, se lo juro; era como medio loco, como que se movía y no se movía,
así y la güeá y me dijo: “ya, culiao’, vo’ tení’ que puro pitiarte a todo’ lo’
culiao’”, chispeando los dedos; se lo juro, papito, esto es verda’. Y ahí, de
la na’, apareció una metralleta, así, en el lavamano’ y yo dije: “chá,
conchetumare, la media volá’”; papito, se lo juro, todo esto es cierto; pero no
sé cómo pesqué la metralleta con la voz del delfín como en la cabeza, así, y
sin que pudiera hacer na’, salí a la calle y empecé a…, ya sabe, mi cabo. Lo de
la ‘ñora Marta fue un error, ni la vi siquiera, pero lo demás traté de
frenarlo; pero el delfín seguía diciéndome en la cabeza: “dispara callao’
nomá’, culiao’”. No entendí na’ hasta ahora; no sé, en realida’ no sé qué me pasó.
¡Pero mi cabo, se lo juro por Diosito lindo y mi mamita que está en el cielo:
yo no quise hacer nada, de verdad! ¡Ni siquiera sé de ‘ónde salió la
metralleta, si nadie tenía una! ¡No sé, mi cabo, el delfín… todo e’ culpa de
ese maldito delfín!
(declaración del asesino de
la calle Las Petunias).