−Hijo,
esa cara, qué te pasa.
−Tengo la media caña, mamá, quiero
puro morir.
−Pa’ qué tomai’ tanto po’, cabro
güeón, si después andai’ como perro envenena’o.
−Pucha, mamá, es que no lo puedo
evitar; pero ya, no tomaré más, lo juro por… Espera, me están llamando por
teléfono… ¿Aló, sí? ¡Ah, hola! Sí, sí, estoy en mi casa. ¿Una chela piola? ¡Ya,
voy al tiro! Oh, lo siento, mamá, pero debo irme. Mis amigos me están esperando
para…, digamos, rezar unos rosarios.
−Cabro
culiao’…