Historia #148: El mejor papá del mundo ("Nos sigue un cazarrecompensas #1")



Cuando llegué a la cocina, después de un costoso despertar, me encontré con mi papá preparando el desayuno borrachísimo.
            Ahí están los panes recién tostados, me dijo antes de ponerse a vomitar sobre ellos una masa aguada y fermentada todo restos de empanada, pino y mucho vino.
            Gracias, papá, le dije, echándolos sobre un plato mal lavado para hacer el amago de llevarlos a mi pieza; era obvio que no los llevaría a mi pieza para comerlos, así que en vez de eso salí a la fría calle (sin que mi papá se diera cuenta) y esperé a que uno de los perros callejeros que andan siempre por ahí se acercara para ofrecerle mis panes del desayuno.
            De los tres perros vagos, sólo llegó uno, quien agradecido me sonrió feliz por tan delicioso bocado, relamiéndose el hocico.
            Sin embargo le dije: lo siento, perro, con un poco de lástima, pero para otro de estos panes tendremos que esperar hasta las próximas celebraciones.
            El perro me miró con desánimo, la noticia parecía haberle afectado. Entonces se marchó hasta el erial donde aguardaban por comida su pareja perro y sus cachorros y se puso a vomitar frente a ellos el desayuno que le había ofrecido.
            Coman, familia, coman, ladró el animal, coman que no tendremos otro de estos hasta las próximas celebraciones.
            Los ojos de uno de los cachorros brillaron de suprema admiración al acabar con su exquisita porción de comida.
            Papá, le ladró con suavidad, eres el mejor papá del mundo.
            Pero el cachorro estaba equivocado: en realidad mi papá era el mejor papá del mundo, no el suyo.