Historia #149: Conocer al gran Dio



Tuve el primer atisbo apenas me bajé de la micro: su estatura, el cabello castaño oscuro con hebras canas y rizado, su caminar garboso y, por supuesto, la aparente edad que tenía. Inmediatamente pensé que era imposible, que él, el gran Dio, épico ícono del heavy metal, estaba muerto, lo habían anunciado por todos lados; de hecho, por todo el tiempo que llevaba bajo tierra, debía estar ya convertido en huesos, devorado completamente por los gusanos. Pero he sabido de casos en que la gente falsea su muerte para poder tomar una vía segura, sin cámaras, sin nadie pendiente, para con sus últimos días; ¡y qué mejor que venir a Chile para lograrlo! Como todo parecía un buen argumento, lo seguí primero caminando, luego apurando el paso para no perderlo en la esquina siguiente. “¡Voy a conocerlo!”, recuerdo que pensé, respirando por la boca mientras que con una mano sostenía mi mochila por uno de sus arciales. Doblé en la misma esquina que él, distanciados por veinte metros, diez, cinco, y me puse justo delante suyo. Aguanté la respiración, me relamí los labios listo para lanzar la frase de saludo que había preparado en la mente, cuando me di cuenta que todo había sido un estúpido error: la persona que tenía al frente, sin haberme dado cuenta antes, era una señora de sesenta años.