Tres amigos están en el
patio de una de sus casas, sentados a la mesa y echados sobre sus asientos sin
hacer nada más que mirar las nubes de la tarde.
−Está súper piola el día –dice uno, tratando de mover la
mínima cantidad de músculos en el acto. Sus dos amigos asienten con un ruido de
garganta.
Todo está silencioso en la tarde hasta que una nave cae
de la nada unas cuadras del patio donde sucede esta escena, causando gran
estruendo y matando a un puñado de civiles inocentes, aplastándolos en sus
casas de manera brutal. Se abre la notoria escotilla de escape de la destrozada nave
y sale un hombre –a juzgar por su porte− vestido de astronauta disparándole a
todo quien se cruza por su camino con una pistola 9mm.; goza de una puntería excelente,
propinando todos sus tiros en la cabeza.
−(You’re not gonna
take me, you’re not gonna take me, fucking bastards!) ¡No me tendrán,
jodidos bastardos, no me tendrán! –grita el astronauta, desesperado.
Sin embargo está tan enfrascado en matar las personas cerca
suyo, que no se percata que un águila gigantesca viene cayendo a toda velocidad
hacia él, para tomarlo con sus garras, levantarlo por los aires y estrujarlo
hasta que revienta y salen tres cráneos, siete fémures, seis cajas torácicas y
un montón, montón de sangre por todos lados. Acto seguido el águila se posa sobre la cima de
una montaña cercana, saca un celular y unos lentes oscuros de su plumaje y
llama por el primero.
−Aló, sí, tu mamá en cuatro.
Y luego se marcha abriendo un orificio de muchos colores
chillones en el cielo.
−¿Oye, qué fue eso? –pregunta uno de los amigos, saliendo
del trance en que estaban con un aletargado sobresalto.
−No sé, güeón, no sé.
Lo cual era muy obvio: el patio tenía paredes; y las paredes,
naturalmente, no se puede mirar a través de ellas.