Te esperé bajo la sombra de
un árbol la noche entera, ahí donde los amantes depositan sus esperanzas para
encontrarse de nuevo, entre las nubes de nuestra ciudad que siempre ocultan las
estrellas. Te esperé ahí, sentado, arrebujado entre dos polerones y una
chaqueta, los dientes castañeando, la batería desvanecida y la sangre
acumulándose en mis venas mientras todo seguía allá afuera, con su algarabía de
colores, las risas, las caras, los gestos, la música…, pero tú nunca llegaste.