Fanfic #2: Rodrigo Marica



Casa de Alberto
Sábado, 19:35 horas



(Suena el teléfono y Alberto contesta).
            −¿Aló?
            −¿Aló? ¿Alberto?
            −Sí, soy yo.
            −Güena.
            −¿Erís el Pedro?
            −Sí, güeón, soy yo.
            −Güena, qué onda.
            −¿Te acordai’ que el otro día el Rodrigo Marica nos mostró una foto de su supuesta polola en el recreo?
            −Sí, era más falsa que la chucha.
            −Sí po’, era más falsa que la mierda: imposible que ese güeón maricón se pesque a la Camila Recabarren; ¡imposible! Pero cacha que fui a su casa a hacer ese trabajo de Química y la güeá y a eso de las siete de la tarde llega un auto a la casa y se baja la Camila Recabarren, más rica que la chucha.
            −¿Ya, en serio?
            −¡En serio, güeón! Quedé pa’ la cagá.
            −Me imagino…
            −Tenía unas tetas que ufff…
            −Capaz de fracturarte el pico haciéndote una rusa.
            −¡Exquisitas!
            −Cacha que la Camila vino, me saludó con un beso en la mejilla y se comió terrible cuático al Rodrigo Marica. Después se fue a la cocina y el Rodrigo me dijo que termináramos el trabajo otro día o por Internet, que tenía cosas que hacer y la volá.
            −Tenía que culiarse a esa mina, seguro.
            −Estai’ vivo.
            −Pero entonces el güeón no es tan maricón después de todo.
            −Sí po’, no es nada gay el culiao’.
            −Oye, ¿y qué más dijo la minita?
            −Nada. Me tinca que estaba resfriada, porque no se sacó los lentes ni un rato ni dijo nada ni por si acaso.
            −En volá güeá de ella.
            −En volá; la gente famosa es así y la güeá.
            −Sí, la gente famosa y la güeá. Oye.
            −¿Qué?
            −¿Viste la lucha libre la semana pasada?
            −Sí. Lo vi con el…




Casa de Rodrigo
Sábado, 19:42 horas



(Rodrigo está en su habitación en penumbras, recostándose a un lado de Camila Recabarren. Ésta, en cambio, se quita el cinturón con pene falso de su cintura, lo deja a un lado y de un momento a otro comienza a brillar, adquiere un aspecto gelatinoso y se transforma una masa rosada con dos puntos y un línea recta como ojos y cara respectivamente).
            (Rodrigo abraza a su Ditto y le susurra al oído, jadeando):
            −Oh, Ditty, estuvo maravilloso.
            (Ditto lo queda mirando y no dice nada. Ni siquiera su nombre. Piensa, en cambio, que su único y más característico ataque es una pesada cruz que cargar más que un don).