Siempre
he encontrado que la Teletón es una buena y muy bonita campaña; y cómo no, si
ayuda a uno de los sectores más delicados de nuestra población: los niños
discapacitados, nuestro futuro, personas de inocente corazón que no tienen la culpa
de vivir las condiciones con las que nacieron en un país no preparado para
prestarles ayuda, sólo para darles problemas. Sin embargo, siempre me ha
molestado que la gente encargada de la campaña ponga tanto interés en
beneficiar más las costumbres poco apropiadas de nuestra idiosincrasia en vez
de cambiarlas; me explico: mientras tomaba desayuno con mis papás, dieron un
comercial de una conocida marca de pañales (que obviamente ayuda a la Teletón)
en la que salían bebés (con voces de adultos superpuestas) poniéndose de
acuerdo para esconder todos los paquetes de pañales a su disposición (incluso
tirándolos por la ventana con una fuerza e inteligencia impropia de su edad)
sólo para que sus padres (reconocidos rostros de la farandulilla criolla)
compraran más y más pañales y así ayudar de manera correcta a la Teletón.
Podría decir: “ah, Teletón culiá’, una
estafa y la güeá’’”, pero en realidad estaría actuando como un verdadero
idiota; porque la culpa, evidentemente, no es de los discapacitados, no es de
los niños que tanto sufren a diario sin entender bien qué es lo que realmente
sucede; la culpa es de las personas que están detrás de todo esto, las que no
se ven, las que siempre prefieren aprovecharse del buen corazón y empatía (que
por cierto, sólo existe para estas fechas) de los chilenos, las que prefieren
darle importancia al consumismo (en un tiempo en que parece más faltar que
sobrar para las familias de clase media y baja) en vez de la solidaridad, las
que prefieren engrosar sus bolsillos mientras todos gastamos hasta nuestro
último penique por ver esos dígitos de la pantalla sobrepasar la marca de los
años anteriores.
Es por eso que la mejor manera de
ayudar es colaborando directamente con los discapacitados: dé su donación
directamente al banco, ayude a esa persona con bastón a cruzar la calle, guíe a
ese ciego que les pide ayuda con las direcciones, visite esa gente que necesita
algo de compañía en los hospitales y centros de recuperación, sea amable con
los demás, sea empático y solidario todos los días, a toda hora; y no le crea
jamás a las personas que tratan de robarles luciendo bonitas sonrisas. No les
crean, porque están jugando con personas que no lo merecen.