Reflexión #6: La solidaridad



Siempre he encontrado que la Teletón es una buena y muy bonita campaña; y cómo no, si ayuda a uno de los sectores más delicados de nuestra población: los niños discapacitados, nuestro futuro, personas de inocente corazón que no tienen la culpa de vivir las condiciones con las que nacieron en un país no preparado para prestarles ayuda, sólo para darles problemas. Sin embargo, siempre me ha molestado que la gente encargada de la campaña ponga tanto interés en beneficiar más las costumbres poco apropiadas de nuestra idiosincrasia en vez de cambiarlas; me explico: mientras tomaba desayuno con mis papás, dieron un comercial de una conocida marca de pañales (que obviamente ayuda a la Teletón) en la que salían bebés (con voces de adultos superpuestas) poniéndose de acuerdo para esconder todos los paquetes de pañales a su disposición (incluso tirándolos por la ventana con una fuerza e inteligencia impropia de su edad) sólo para que sus padres (reconocidos rostros de la farandulilla criolla) compraran más y más pañales y así ayudar de manera correcta a la Teletón.

            Podría decir: “ah, Teletón culiá’, una estafa y la güeá’’”, pero en realidad estaría actuando como un verdadero idiota; porque la culpa, evidentemente, no es de los discapacitados, no es de los niños que tanto sufren a diario sin entender bien qué es lo que realmente sucede; la culpa es de las personas que están detrás de todo esto, las que no se ven, las que siempre prefieren aprovecharse del buen corazón y empatía (que por cierto, sólo existe para estas fechas) de los chilenos, las que prefieren darle importancia al consumismo (en un tiempo en que parece más faltar que sobrar para las familias de clase media y baja) en vez de la solidaridad, las que prefieren engrosar sus bolsillos mientras todos gastamos hasta nuestro último penique por ver esos dígitos de la pantalla sobrepasar la marca de los años anteriores.

            Es por eso que la mejor manera de ayudar es colaborando directamente con los discapacitados: dé su donación directamente al banco, ayude a esa persona con bastón a cruzar la calle, guíe a ese ciego que les pide ayuda con las direcciones, visite esa gente que necesita algo de compañía en los hospitales y centros de recuperación, sea amable con los demás, sea empático y solidario todos los días, a toda hora; y no le crea jamás a las personas que tratan de robarles luciendo bonitas sonrisas. No les crean, porque están jugando con personas que no lo merecen.