Historia #66: Bombones artesanales



Gaspar compró cinco bombones artesanales con la plata que le habría sobrado del pan y el queso laminado que le había encargado su mamá, le dio las gracias a la señora que lo atendió y se fue comiendo los dulces mientras caminaba de vuelta a casa, tarareando una canción que tenía pegada desde hacía días y que no paraba de sonar en la radio en cada uno de sus programas. Se aseguró de doblar y guardar bien los envoltorios vacíos en uno de sus bolsillos y entró a la casa tratando de no enseñar mucho sus dientes sucios por el chocolate. Le pasó la bolsa de las compras a su madre (quien estaba preparando un pie de limón para las onces) y encaminó directamente al patio, donde se puso a jugar con Alfonso, su perro. Le hizo cariño, le lanzó piedras para que las buscara y se las trajera y al final de todo le sirvió más comida y agua en sus fuentes vacías. Para cuando su mascota se hallaba devorando sus galletas para perro, Gaspar aprovechó de buscar algún trozo de mierda suya por entre el pasto teniendo mucho cuidado de no pisarla; estuvo así por dos minutos, maldiciendo ese tonto afán de su madre de estar limpiando la caca del perro cada vez que salía al patio, sabiendo que el perro, en realidad, jamás dejaría de cagar el pasto.
Sin embargo, se sintió enormemente contento al hallar un buen trozo de mierda fresca entre dos malvarrosas, lo que era mucho mejor. Se agachó con cuidado, comprobando que su madre seguía en la cocina, y sacó los envoltorios de bombones que había guardado en el bolsillo para tomar con ellos la caca de su perro y dejarlos tal como se encontraban al momento de comprarlos, aguantando la respiración y el asco que le atacaba en ese momento. Así, luego de unos cuantos minutos, Gaspar consiguió hacer lo que quería.
−¡Gaspar! –lo llamó su madre desde la cocina−. ¡A tomar onces!
El niño sonrió maliciosamente y se echó los nuevos bombones en su mano derecha.
−¡Ya voy, mamá! –le gritó de vuelta−. ¡Estaba dándole comida al Alfonso! –Y susurrando, agregó−. Y preparando estos ricos bombones de mierda por haberme escondido la X-Box, maldita zorra.