Historia #48: Un ejemplo de bondad



Estaba realmente chato de todo: los clientes a los que les empacaba no dejaban de pasar por mi lado sin siquiera saludarme ni darme las gracias; iba en el séptimo de ellos cuando me tocó atender a un hombre de aspecto maltratado, piel curtida y dientes (los pocos que le quedaban) llenos de sarro. Eché el par de panes que había comprado en una bolsa chica y esperé a que la cajera cortara la boleta y le entregara su vuelto. Pensé, resignado, este hombre no me va a dar nada, pero me llevé una grata sorpresa al ver que hacía el ademán de entregarme algo en la mano; abrí la mía, sin mucha esperanza, y cayeron sobre ella $800 en monedas de todos los tipos; luego de haber empacado carros enteros llenos de tarros de conservas y pesados paquetes de arroz, entre otras cosas, sin haber recibido siquiera un gesto de gratitud, esto era para mí toda una bendición.
−Gracias –le dije emocionado, antes de plantarle un sonoro beso en sus labios partidos por el alcohol y la enfermedad. Aquéllos eran los gestos que me hacían volver a creer en la humanidad y su bondad.