Cuento #39: La sorpresa de Nochebuena



Corría la Nochebuena de 1991 y afuera, en las calles, no había absolutamente nadie; todos se hallaban sentados a las mesas de sus hogares, cenando tranquilamente en familia, escuchando villancicos cantados por desafinados niños en la radio.
−¿Quieres más pavo, Omar?
El aludido de siete años, que se encontraba enfrascado mirando cómo avanzaba el segundero del reloj de pared frente a él, dio un suave respingo y negó con la cabeza.
−No, gracias, abuela –replicó; y es que en realidad, con los nervios que tenía, terminaría por vomitarlo todo si seguía comiendo cualquier cosa, lo que fuera−. Abuela, ¿me puedes decir la hora?
−Son…, mmmm…, son las once con cuarenta y dos minutos –El corazón de Omar comenzó a latir con más fuerza, como si éste quisiera salir de su pecho arrasando con todo−. Ya va a llegar el Viejito Pascuero, oh, tranquilízate.
Pero Omar no se podía tranquilizar en realidad: quedaba ya de veras muy poco para que llegara el regalo que tanto había anhelado durante todo el año, la única y gran razón para haberse comportado tan bien en casa y haber sacado tantas buenas notas en el colegio. Sólo esperaba que el Viejo Pascuero no lo decepcionara, después de todo.
Omar se levantó de la mesa para sentarse con sus padres en el sofá del living de la casa.
−¿Nervioso? –le preguntó su papá.
−No –mintió el niño, tratando de adoptar una expresión indiferente.
−Se supone que el Viejo Pascuero debe estar por llegar ya –agregó su mamá, mirando el reloj de la pared−. Aún faltan… ¡Hey, creo que se ha adelantado!
Un par de golpes en la puerta principal hizo que todos miraran inmediatamente hacia ella, siendo obviamente Omar el más ansioso de todos, quedándose parado sin saber qué hacer de un repente.
−¡Anda, Omar, probablemente sea para ti! –le dijo su mamá, sonriendo.
Omar asintió, sin poder ocultar todo su nerviosismo, y se dirigió hasta la puerta; por un momento creyó que iba a tener el honor de conocer en persona al Viejo Pascuero y así ser la envidia de todos en su curso, cuando volviera de las vacaciones de verano. Sin embargo, en vez de eso, se encontró solo con un diminuto paquete envuelto en papel de regalo sobre la alfombra para pies del otro lado; por las dimensiones que tenía éste, concluyó que después de todo, el Viejo Pascuero lo había recompensado por haber sido un niño ejemplar durante todo el año transcurrido.
−¡Ohhhh, síííííííí! –exclamó mientras prácticamente se arrojaba sobre su regalo, destruyendo en miles de trozos su envoltura. Estuvo a punto de gritar de felicidad y emoción al comprobar que efectivamente se trataba de un videojuego para su Nintendo, pero sintió unas enormes ganas de llorar al comprobar que en vez del Super Mario Bros. 2, el Viejo Pascuero le había traído el de Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
−¿Y? –le preguntaron sus padres detrás suyo−. ¿Te gustó lo que te trajo el Viejito Pascuero?
Omar no sabía cómo decirles que en realidad no había recibido lo que quería, que el videojuego que le había llegado como Presente de Navidad lo había jugado en la casa de Martín, uno de sus mejores amigos, con quien había concluido que éste era una de las peores cosas que habían tenido entre sus manos hasta ese momento.
−Mmmm…, sí, genial –murmuró el chico, sin quitarle los ojos de encima al videojuego, pensando que tal vez, al final de cuentas, no se había portado tan bien como quería aquél viejo gordo maldito vestido todo de rojo.