Cuento #91: Mientras escribo este ensayo

Como no tenía nada que hacer ese sábado por la tarde, Luis aprovechó de dedicar su tiempo al primer borrador de un viejo ensayo que llevaba más de un año sin poder terminar: trataba sobre el impacto de la música y su mensaje en la gente que la oía, tema que muchos de sus amigos comentaron positivamente pero que, por desgracia, cada vez se le hacía más y más carente de sentido. En un comienzo le pareció que su trabajo sería de mucho interés para quienes concibieran aquel arte como lo hacía él (algo indispensable y profundo), sobre todo con toda la difusión y accesibilidad de la que disfrutaba hoy en día, pero a medida que pasaban las semanas y luego los meses, las ideas se le fueron aflojando, sus argumentos diluyendo y la motivación, por último, agotando. Entonces llegó la frustración y la posterior parcelación de su entrega para con su ensayo.
            Pero ese día quería echarle una repasada, aprovechar que era feriado, que no había trabajado por la mañana y que tenía las energías suficientes y la mente aireada y fresca como para hacerle frente.
            Luis le dio las gracias a su mamá por el almuerzo que había preparado y acto seguido se dedicó a lavar los platos con la ayuda de su hermana, conversando sobre los últimos estrenos del cine y lo horrible que era su cartelera últimamente. Luego, Luis se dirigió a su cuarto en la primera planta de la casa y encendió su computador para comprobar hasta qué punto había llegado en su ensayo.
            En él se notaba un inicio vibrante, una exposición de ideas que le dejó la sensación incluso de haberlas copiado, de no haber sido él quien las plasmó en esas planas frías de Word que tanta incertidumbre resultaban cuando estaban vacías. Sin embargo a medida que avanzaba, se iba haciendo cada vez más patente una falta de empeño y dedicación con su trabajo, además de la obvia falta de tiempo, con una reiteración de palabras claves, burdas maneras de hacer diferentes referencias a un punto ya manoseado y un tedio reflejado en oraciones y frases cortas entre puntos seguidos, muy a la usanza de alguien que quiere llamar la atención del lector pero de forma muy mal aplicada.
            Al principio se sintió horrorizado por lo mal que había llevado su trabajo, lo deficiente que había sido para con él como con todos sus demás proyectos anteriores de la misma índole, pero tras volver a echarle una repasada al comienzo de éste y ver lo enérgico que sonaba todo, recuperó confianza en sí mismo y se decidió por continuar desde el último punto que había expuesto, consciente que después de todo aquel no era más que el primer borrador de su trabajo.
            Luis abrió el archivo donde tenía sus apuntes y empezó a picar el teclado tratando de hilar sus ideas guardadas, al comienzo de manera lenta, casi flemática, luego rápida, más segura que antes. A veces, cuando se detenía entre punto y punto tratando de conectar las palabras dentro de su cabeza y así expresarlas de la mejor forma posible, Luis se desperezaba en su asiento y comenzaba a prestarle atención a las pisadas de su mamá y su hermana en el segundo piso. Jamás lo hubiera imaginado, pero Luis descubrió que en un estado de motivación como en el que se encontraba, ruidos indicadores de más personas dentro de la casa como aquellos le favorecían enormemente más que entorpecerle, haciéndole sentir que el tiempo continuaba avanzando igual que su ensayo.
            Para cuando el joven sintió que el apetito empezaba a dominarle, se percató que su cuarto se había sumido en la penumbra y que ya era necesario encender la luz del techo para no seguir dañando su vista con el brillo de la pantalla del computador. Consultó la hora en este último y supo que ya eran cerca de las ocho de la tarde; se preguntó si su mamá y su hermana seguían probándose vestidos frente al espejo en el segundo piso y si ya tenían algo de hambre como para ir él a comprar pan y preparar algo para las onces.
            Estirando su cuerpo (escuchando cómo crujían un montón de vértebras), Luis se incorporó, encendió la luz cuyo interruptor estaba a un lado de la entrada y encaminó por el umbrío pasillo de la casa hasta las escaleras al piso superior.
            En un comienzo pensó que le jugaban una broma; porque a veces a su hermana le gustaba jugarle bromas de ese tipo; pero al llegar al rellano y ver que las habitaciones tanto de su madre como la de su hermana se hallaban cerradas con llave (como siempre acostumbraban a dejarlas cuando salían), comprobadas por él mismo, sintió que algo extraño se anidaba en su estómago, una sensación muy parecida a la angustia.
            Estaba seguro de haber escuchado pasos adentro de los cuartos antes de subir por las escaleras; de hecho, hasta había pensado que su mamá y su hermana continuaban probándose vestidos como cuando todavía había luz solar ingresando en la casa. No obstante, al parecer, todo había sido producto de su imaginación… O tal vez había estado tan enfrascado terminando su ensayo, que ni siquiera se había percatado que su mamá y su hermana le anunciaban que saldrían al centro en auto a comprar o a pasear por sus alrededores. Luis creyó esto último muy plausible hasta que dio el primer paso hacia la escalera y volvió a sentir pasos dentro del cuarto de su madre.
            −¿Mamá? –llamó sin obtener respuesta. Luis pensó que podía tratarse de la madera crujiendo por culpa de los cambios de temperatura, mas los ruidos eran notoriamente pisadas (pasos, uno tras otro, avanzando centímetros y centímetros). Con esa idea en mente, y sintiéndose más desolado que nunca, bajó hasta la primera planta sin dejar de escuchar cómo alguien dentro, que no era ni su mamá ni su hermana, avanzaba por la habitación de un extremo a otro con toda la calma del mundo. Luis continuó creyendo que todo se debía a un fenómeno natural relacionado con las variaciones de temperatura, pero tras escuchar cómo la cerradura del cuarto se corría para dar paso a la consiguiente apertura de la puerta con una calma abrumadora, supo que estaba lejos de estar acertado.

            Y así, sin poder hacer nada al respecto, paralizado, aterrorizado, escuchó cómo la parte superior de la escalera comenzaba a crujir como si alguien bajara por ella. Un paso, luego otro más seguro, y otro, y otro…