Clásico: te hacen pedazo de
oferta justo cuando no tienes un puto peso en tus bolsillos; parece broma, pero
es cierto; ¿a quién no le ha pasado?
El asunto es que me estaban ofreciendo diez gramos de
hierba por tan sólo diez lucas, un precio totalmente reducido del establecido
por todos en esta ciudad (en que medio gramo cuesta cinco lucas); y como es
lógico, no pude hacer otra cosa más que saltar de felicidad ante el ofertón y
rebuscar entre los cajones de mi pieza algún dinero escondido o perdido por
ahí. Desafortunadamente, como tanto temía, no encontré nada salvo polillas,
mudas de araña y otras porquerías como botones sueltos y tuercas que no sabía
por qué habían llegado a ese lugar.
Entonces se me ocurrió preguntarle a mi hermano si tenía
un billete de los azules que me prestara hasta la próxima semana, cuando me
pagaran una pega hecha hacía un par de días.
−Chúpamelo –me
respondió, levantándome el dedo del medio sin quitar la vista de su computador.
−Ya, qué onda, güeón –le dije–. ¿En
serio?
−En serio.
−Ya, ¿y entonces qué hiciste? –le
preguntó Elías con interés a su amigo−. ¿Pudiste comprar los diez gramos de
hierba por diez lucas?
−Sí –replicó Felipe−. Aunque tuve
que fumarme dos gramos de una pa’ poder sacarme el sabor a pico de mi hermano
de la boca…
−…oh, mierda…