A menos que me dé Alzheimer o una enfermedad mental parecida, creo que
jamás olvidaré la primera vez que escuché a Maroon 5; y es que This love fue la canción que me cautivó
como Mario Casas haciendo el papel de chico malo a una niñita colegiala con todas
sus hormonas revolucionadas.
Recuerdo estar dando
una prueba, en Quinto Básico, y que de fondo, gracias a un grupo de alumnos de
un curso más avanzado en el patio, sonaba esta canción a días de haber sido
lanzada en las radios. Después de escuchar su pegajoso primer coro y darme por
vencido con las multiplicaciones y divisiones con muchos decimales, dejé el
lápiz de lado y le presté toda la atención del mundo, tratando de entender qué
decía su letra. Quise saber cómo se llamaba la banda y la canción, consciente
que en aquellos tiempos de limitado acceso a Internet e información era una
tarea difícil conseguirlo de una manera simple y directa, pero me fue
imposible: apenas terminó This love,
le siguió otra que no recuerdo, impidiendo que el locutor la volviera a
presentar y yo supiera el nombre de tan maravillosa creación.
Como era de esperar,
en la prueba me fue horrible, muy, muy horrible –de hecho, creo fue mi primer
uno en toda mi carrera escolar–, pero salí de la sala con esa sensación de
frescura que te produce el escuchar algo nuevo y contagioso. Le pregunté a una
compañera –que sabía mucho de música– que cómo se llamaba esa canción que sonó
durante la prueba, pero ella había estado tan enfrascada en copiar sin ser
descubierta, que ni se percató que en el patio los alumnos de otro curso
escuchaban la radio a un volumen tan alto. Fue eso, sumado a mi gran mala
suerte, que vine a saber su nombre casi seis meses después de ese
acontecimiento –lo recuerdo bien porque, como mencioné anteriormente, fue mi primer
uno durante mi carrera escolar–, cuando recibí la visita de un primo lejano
como todos los veranos.
Y ahora pienso, estoy
seguro, que si no fuera por él, no tendría el gusto por la música que hoy en
día me agiliza las horas y me acompañan durante el día; no sé qué podría haber
sucedido en un universo paralelo en que él nunca hubiera concretado sus
vacaciones estivales en nuestra casa: quizá ahora fuera hip hopero, o una de
esas personas que no dejan de ir a las discos los fines de semana a bailar reggeatón
y los hits pachangeros de turno. Pero bueno, el asunto es que este primo, que
en su hogar lejano contaba con Internet y métodos para grabar música en
archivos, traía montones de discos llenos de un montón de canciones sacadas de
la radio y otro puñado de álbumes de variados artistas.
Fue una noche,
mientras explorábamos sus discos de música en mi computador, que di con la
canción que llevaba meses buscando infructuosamente. No pude evitar ponerme
contentísimo y decirle que dejara el álbum entero, de principio a fin, y
explicarle que llevaba un buen tiempo tratando de dar con su nombre. Me explicó
que era una banda nueva y que ya tenían otros cuantos sencillos dando vuelta
por ahí en las radios. Ni idea que tenían más canciones rotando por ahí, le dije,
pero una vez terminaron las doce canciones que lo componen, supe que éste se
había tornado uno de mis favoritos de la vida.
Y es que escucharlo
me trae tantas buenas sensaciones, que no puedo evitar volver a él sin sentir
una especie de suave frescura, una sensación que no envejece y se mantiene; y
cosa curiosa que sólo me suceda con éste, el primer disco de la banda; y es que
su evolución y la popularidad que ganó Adam Levine como uno de los hombres más sexys
del mundo provocó ciertos cambios bruscos en la visión y la manera que la banda
tenía para presentar sus nuevas canciones –que dicho sea de paso, son todas una
única canción fragmentada que trata de amores violentos e infelices una y otra
vez–, optando por nuevos cauces que no son de mi gusto.
En fin, This love se ha convertido en un himno
de karaoke –junto a She will be loved–
que sigue evocando buenos recuerdos en quienes la escuchan, sobre todo cuando
la pillan de casualidad en alguna emisora. Porque a la larga eso es la música:
va más allá de una banda, las generaciones y años, más allá de una carrera
posterior llena de discos empalagosos y malos; no, la música es más que eso, más
allá de un momento grabado en la cabeza, más allá de una prueba horrible de
matemáticas y tu primer uno, más allá de un verano en que ella misma te voló la
cabeza.