Anoche tuve un sueño en el
que un monstruo gigantesco (de las dimensiones de Godzilla) salía del mar
chillando y dando manotazos al aire, pero en vez de querer devorar personas y
destruirlo todo como sus homogéneos, éste sólo quería repartir abrazos y corazones
animados que salían de su boca, como los del Chavo del 8 cuando estaba
enamorado. Lo más extraño de todo, era que nadie parecía darse cuenta de las
buenas intenciones de la criatura: en vez de eso, todos huían despavoridamente de
él, lo que por consiguiente terminó por malhumorarlo y volverlo totalmente agresivo;
fue así que comenzó a destruir los edificios a su alcance y a echarse a la boca
a las personas que se cruzaban por su camino. Como era un sueño, no sé por qué
quintupliqué mi tamaño hasta alcanzar la misma estatura de la bestia; ¡me
sentía genial!: podía pisar a la gente bajo mío, patear los autos sin que me
doliera en lo absoluto y darle manotazos a los edificios hasta que se
derrumbaran por el peso de mis golpes; mas me encontré frente al monstruo en
una calle y me di cuenta de lo horrible que era: un reptil negro, escamoso, de
aliento muy malo. Como sabía de manera inconsciente lo que quería con todo su
corazón, bajé mis manos en señal de no violencia y le lancé un beso con la
palma de mi mano; la bestia se sonrojó, llevándose las garras hasta sus
mandíbulas en un avergonzado gesto, y me lo devolvió, enviándome de esos
corazones caricaturescos que salían de su hocico. Tomé uno con la mano y me lo
pasé por mis genitales, dándole a entender que no era su enemigo, sino un
compañero en el cual podía confiar. Entonces se acercó y nos hicimos cariños,
él emitiendo unos gruñidos afectuosos, yo acariciando su grueso lomo; le di un cálido
beso en su mandíbula y volvió a repetir el gesto de cómico azoramiento. Lo tomé
de un hombro, giré su cuerpo, y lo agaché como si le ayudara a recoger una
moneda del suelo. Saqué mi pene (una cosa grotesca debido a mi quintuplicación)
y penetré su ano (que como sucede en todos los sueños lo encontré sin
dificultad), haciéndolo gemir de placer. Está de más relatar como terminó todo
lo demás, salvo que llené una calle entera con mis fluidos post coitales, como
una avalancha de nieve derretida. El monstruo me miró encantado, y aclarándose
la voz como hacen los profesores cuando van a regañarte, comenzó a hablarme en nuestro
idioma, su voz parecida a la de un relator de noticias de radio. Me dijo: yo sé
dónde está toda la fortuna que le robó Pinochet a Chile; está enterrada en un
cofre en…
Pero me
despertó un movimiento fuerte, el repiquetear de ventanas a punto de estallar
en sus marcos; como el temblor continuaba sin ánimos de detenerse, me puse de
pie y miré hacia la calle, hacia la playa frente a mi ventana, y vi con horror
que el sueño parecía volverse a repetir, ésta vez con el monstruo viniendo
hacia mí; yo sabía que venía hacia mí, que lo hacía por mí. Cada paso suyo era
como un terremoto, sus chillidos la peor de las torturas para los oídos. Pero
ahí estaba yo, esperándolo, esperándolo, esperándolo, como si hubiera nacido
para eso…