Cuento #84: Nacido para...



Anoche tuve un sueño en el que un monstruo gigantesco (de las dimensiones de Godzilla) salía del mar chillando y dando manotazos al aire, pero en vez de querer devorar personas y destruirlo todo como sus homogéneos, éste sólo quería repartir abrazos y corazones animados que salían de su boca, como los del Chavo del 8 cuando estaba enamorado. Lo más extraño de todo, era que nadie parecía darse cuenta de las buenas intenciones de la criatura: en vez de eso, todos huían despavoridamente de él, lo que por consiguiente terminó por malhumorarlo y volverlo totalmente agresivo; fue así que comenzó a destruir los edificios a su alcance y a echarse a la boca a las personas que se cruzaban por su camino. Como era un sueño, no sé por qué quintupliqué mi tamaño hasta alcanzar la misma estatura de la bestia; ¡me sentía genial!: podía pisar a la gente bajo mío, patear los autos sin que me doliera en lo absoluto y darle manotazos a los edificios hasta que se derrumbaran por el peso de mis golpes; mas me encontré frente al monstruo en una calle y me di cuenta de lo horrible que era: un reptil negro, escamoso, de aliento muy malo. Como sabía de manera inconsciente lo que quería con todo su corazón, bajé mis manos en señal de no violencia y le lancé un beso con la palma de mi mano; la bestia se sonrojó, llevándose las garras hasta sus mandíbulas en un avergonzado gesto, y me lo devolvió, enviándome de esos corazones caricaturescos que salían de su hocico. Tomé uno con la mano y me lo pasé por mis genitales, dándole a entender que no era su enemigo, sino un compañero en el cual podía confiar. Entonces se acercó y nos hicimos cariños, él emitiendo unos gruñidos afectuosos, yo acariciando su grueso lomo; le di un cálido beso en su mandíbula y volvió a repetir el gesto de cómico azoramiento. Lo tomé de un hombro, giré su cuerpo, y lo agaché como si le ayudara a recoger una moneda del suelo. Saqué mi pene (una cosa grotesca debido a mi quintuplicación) y penetré su ano (que como sucede en todos los sueños lo encontré sin dificultad), haciéndolo gemir de placer. Está de más relatar como terminó todo lo demás, salvo que llené una calle entera con mis fluidos post coitales, como una avalancha de nieve derretida. El monstruo me miró encantado, y aclarándose la voz como hacen los profesores cuando van a regañarte, comenzó a hablarme en nuestro idioma, su voz parecida a la de un relator de noticias de radio. Me dijo: yo sé dónde está toda la fortuna que le robó Pinochet a Chile; está enterrada en un cofre en…  
Pero me despertó un movimiento fuerte, el repiquetear de ventanas a punto de estallar en sus marcos; como el temblor continuaba sin ánimos de detenerse, me puse de pie y miré hacia la calle, hacia la playa frente a mi ventana, y vi con horror que el sueño parecía volverse a repetir, ésta vez con el monstruo viniendo hacia mí; yo sabía que venía hacia mí, que lo hacía por mí. Cada paso suyo era como un terremoto, sus chillidos la peor de las torturas para los oídos. Pero ahí estaba yo, esperándolo, esperándolo, esperándolo, como si hubiera nacido para eso…