Valentina
tomó su taza de café, sopló la superficie con cuidado y bebió un pequeño sorbo
con la punta de sus labios. Tragó con cuidado y miró a su interlocutora con
expresión divertida.
−Oye, Feña –le dijo sin soltar su
taza.
−¿Qué pasa? –Su amiga levantó la
cabeza de su banana split para mirarla a los ojos.
−Si puedierai’ tener al mino que
quisierai’ por una noche, ¿cuál sería?
Su amiga dejó su banana split de
lado y comenzó a pensar, mirando al techo como una posesa, con una sonrisa
clavada en su rostro.
−Es difícil decidirlo –dijo pasados
unos segundos, con la mirada aún en el techo−. Podría ser Orlando Bloom, Johnny
Depp, Robert Pattinson… pero creo que me quedaría con Adam Levine.
−¿Pero creis tú que con una noche
bastará para hacer de todo con Adam Levine?
−Sí po’, obvio; de hecho, con un par
de horas es suficiente.
−¿Y no aprovecharíai’ la noche
entera con él? –Valentina concentraba ahora toda su atención en su
interlocutora.
−¡Por supuesto! –dijo Fernanda−. Pero
con un par de horas es suficiente para darle con un palo en la nuca, amarrarlo
a la cama y no soltarlo más. El resto será la noche, el día siguiente, la
semana, el mes, el año, el matrimonio y los hijos, los nietos, y…