Querido Felipe Cortés:
Yo sé que tú
solo escribes, te emborrachas y te drogas
(entre tantas otras porquerías que a nadie le interesan), pero me veo en
la urgencia de pedirte consejo a falta de tener a alguien a quién pedírsela
(que, obviamente, tampoco me conozca y se entere de lo que me ha ocurrido).
Resulta que
hace un tiempo, con mi ex (ahora tengo otra polola), nos grabamos teniendo
relaciones sexuales duras; los vídeos eran muchos, y los olvidé en el
computador viejo tras una pelea con ella, la misma en la que terminamos y acabamos
por distanciarnos después de un largo tiempo juntos.
El asunto es
que con mi actual pareja decidimos vivir en el mismo departamento, y en el
cambio de casa, me encontré de nuevo con este computador lleno de mi vida
antigua. En un comienzo no me acordé de los videos hasta que un día, revisando
cosas para matar el tiempo, di con ellos; no pude evitar llevarme el computador
al baño y echarme una paja revisándolos uno por uno. ¡No podía creerlo; y yo
que los creía extintos!
Obviamente ni
luces de dejarlos a la vista de otra persona, así que sin moverlos de la
carpeta oculta (muy, muy oculta) donde estaban, borré el historial y salí del
baño haciendo hincapié en lo mal que me habían hecho los porotos del almuerzo.
El problema
vino pronto sin embargo, cuando mi polola me dijo una tarde de la semana pasada
que tenía que entregar un informe para su jefe al día siguiente, y que por más
que lo intentara, su computador continuaba sin poder encender. Como yo tenía
dos computadores en mi poder, le pasé el viejo antes de irme al trabajo y
continuar con mi rutina.
Cuando volví al
departamento, mi polola me devolvió el computador dándome las gracias y tomamos
onces antes de ponernos a ver una película. Luego de eso le dije que quería
revisar unas cosas del computador que le había prestado y me lo llevé al baño,
otra vez.
Casi defeco de
verdad al darme cuenta, tras buscar exhaustivamente por todos lados, que la
carpeta con los videos no estaba por ningún lado; y no es que me haya olvidado
de dónde los había dejado, sino que simplemente no estaban. Tiré la cadena y
corté sonoramente un montón de papel higiénico para que mi ida al baño tuviera sentido,
y volví a nuestro cuarto, donde mi polola me esperaba ya acostada, con el
piyama y todo. Le sonreí y volví a decirle que al parecer algo del almuerzo me
había caído mal para el estómago.
Como te has
podido dar cuenta, la vida me ha puesto en el siguiente entuerto: existe la alta
posibilidad que mi polola sepa de los videos y no me lo haya dicho, fingiendo
que yo no me acuerdo de ellos (o que ella tampoco los ha visto); pero la
ausencia de los videos me dan a entender que alguien más puso sus manos en
ellos; ni luces tampoco de preguntarle si fue ella quien los borró o los cambió
de ubicación, porque si todo no ha sido más que una equivocación mía, se
enterará de todas maneras que con mi ex nos grabábamos orinándonos encima,
golpeándonos con látigos y atravesándonos los pezones y tetillas con
jeringuillas y esas cosas. Ahora temo que los haya guardado en algún pendrive o
en su correo electrónico para cuando terminemos o peleemos y todo se acabe,
pueda subirlos a Internet y dejarnos muy, muy mal parados.
¡Dime, qué hacer, Felipe! Tu vida es tan miserable, que
seguramente has sabido de alguien a quien le haya pasado algo parecido (porque
dudo que te vaya bien con las mujeres) y puedas ayudarme. ¡Necesito saber qué
hacer!
Espero respondas pronto y me saques de este lío.
Desde ya, un
abrazo y gracias por intentarlo.
PD: Por cierto,
tienes una cara de estúpido que no te la quita nadie.