Historia #125: Querido Felipe Cortés



Querido Felipe Cortés:



Yo sé que tú solo escribes, te emborrachas y te drogas  (entre tantas otras porquerías que a nadie le interesan), pero me veo en la urgencia de pedirte consejo a falta de tener a alguien a quién pedírsela (que, obviamente, tampoco me conozca y se entere de lo que me ha ocurrido).
Resulta que hace un tiempo, con mi ex (ahora tengo otra polola), nos grabamos teniendo relaciones sexuales duras; los vídeos eran muchos, y los olvidé en el computador viejo tras una pelea con ella, la misma en la que terminamos y acabamos por distanciarnos después de un largo tiempo juntos.
El asunto es que con mi actual pareja decidimos vivir en el mismo departamento, y en el cambio de casa, me encontré de nuevo con este computador lleno de mi vida antigua. En un comienzo no me acordé de los videos hasta que un día, revisando cosas para matar el tiempo, di con ellos; no pude evitar llevarme el computador al baño y echarme una paja revisándolos uno por uno. ¡No podía creerlo; y yo que los creía extintos!
Obviamente ni luces de dejarlos a la vista de otra persona, así que sin moverlos de la carpeta oculta (muy, muy oculta) donde estaban, borré el historial y salí del baño haciendo hincapié en lo mal que me habían hecho los porotos del almuerzo.
El problema vino pronto sin embargo, cuando mi polola me dijo una tarde de la semana pasada que tenía que entregar un informe para su jefe al día siguiente, y que por más que lo intentara, su computador continuaba sin poder encender. Como yo tenía dos computadores en mi poder, le pasé el viejo antes de irme al trabajo y continuar con mi rutina.
Cuando volví al departamento, mi polola me devolvió el computador dándome las gracias y tomamos onces antes de ponernos a ver una película. Luego de eso le dije que quería revisar unas cosas del computador que le había prestado y me lo llevé al baño, otra vez.
Casi defeco de verdad al darme cuenta, tras buscar exhaustivamente por todos lados, que la carpeta con los videos no estaba por ningún lado; y no es que me haya olvidado de dónde los había dejado, sino que simplemente no estaban. Tiré la cadena y corté sonoramente un montón de papel higiénico para que mi ida al baño tuviera sentido, y volví a nuestro cuarto, donde mi polola me esperaba ya acostada, con el piyama y todo. Le sonreí y volví a decirle que al parecer algo del almuerzo me había caído mal para el estómago.
Como te has podido dar cuenta, la vida me ha puesto en el siguiente entuerto: existe la alta posibilidad que mi polola sepa de los videos y no me lo haya dicho, fingiendo que yo no me acuerdo de ellos (o que ella tampoco los ha visto); pero la ausencia de los videos me dan a entender que alguien más puso sus manos en ellos; ni luces tampoco de preguntarle si fue ella quien los borró o los cambió de ubicación, porque si todo no ha sido más que una equivocación mía, se enterará de todas maneras que con mi ex nos grabábamos orinándonos encima, golpeándonos con látigos y atravesándonos los pezones y tetillas con jeringuillas y esas cosas. Ahora temo que los haya guardado en algún pendrive o en su correo electrónico para cuando terminemos o peleemos y todo se acabe, pueda subirlos a Internet y dejarnos muy, muy mal parados.
            ¡Dime, qué hacer, Felipe! Tu vida es tan miserable, que seguramente has sabido de alguien a quien le haya pasado algo parecido (porque dudo que te vaya bien con las mujeres) y puedas ayudarme. ¡Necesito saber qué hacer!
            Espero respondas pronto y me saques de este lío.
Desde ya, un abrazo y gracias por intentarlo.


PD: Por cierto, tienes una cara de estúpido que no te la quita nadie.