Historia #121: Mi tía me contó sobre el fallecido hombre del rock



Sé que está mal hablar de los muertitos y todo eso, pero ésta me la contó una tía: resulta que por los ochenta fue a un concierto de Peter Rock, en esos tiempos en que la seguía llevando pero no tanto, como el Douglas de nuestra generación, y no sé cómo lo hizo, pero le dieron la mano pa’ pasar a la carpa donde el Peter se cambiaba de ropa después del show. El fallecido (Q.E.P.D.) la saludó buena onda, la invitó a un copete y, entre vaso y vaso de whiskey caro, se la llevó al baño y empezó a comérsela, corriéndole mano y güeá; y como cachó que no se le paraba porque estaba muy curao’, se puso a cantar canciones de Elvis y los Rolling Stones, güeá que le funcionó al tiro, porque la corneta se le paró como si se hubiese echao’ un Viagra encima. El asunto es que cuando comenzó la penetración, mi tía quedó media loca cuando el Peter empezó a hacer las mismas muecas como cuando cantaba, cerrando un ojo, apretando la garganta, saltando con espasmos; cuando mi tía me contó todo esto, estaba tan curá’, que me dijo: “esa güeá me cerró el choro al tiro”, quedando el pene de éste estancado dentro su vagina. Pa’ que cachen la volá: Peter Rock culiándose a una fanática en el baño químico de una carpa en un festival municipal de una ciudad del norte, pegados como perros sin poder separarse. Al principio no sabían qué hacer y estuvieron a punto de caerse encima de toda la mierda acumulada; hasta que escucharon que alguien llamaba al Peter, buscándolo por todos lados. “¡Estoy aquí, güeón, ayúdame!”, le dijo el Peter desde el interior del baño. “¿Dónde estai’, Peter?”, preguntaron del otro lado. “¡Acá, güeón, en el baño, ayúdame!”. El tipo del otro lado se demoró en cachar que el Peter estaba adentro del baño químico; el Peter le abrió la puerta con cuidado y dejó que el hombre (su manager) contemplara la escena con cara de horror. “Otra vez, Peter, culiándote a tus fanáticas”, le dijo, como si retara a un niño. La güeá es que tuvieron que llevarlos con cuidado sin que nadie los viera, escondiéndolos en una caja de estas donde los tramoyas llevan cables y demás cosas a los conciertos (acuérdense que los güeones quedaron pegados), de emergencia a una clínica para separarlos. Mi tía dice que nunca más se metió en la carpa de otro artista de su época para tener su autógrafo. Me dijo que nunca volvió a ser la misma desde ese entonces; ahora siente que cojea siempre de su lado derecho.