Uno de los periodistas del
matinal salió en pantalla sosteniendo un artículo del Diario La Cuarta. Decía
que Anita Alvarado, la famosa Geisha chilena, había sido desalojada nuevamente
de su casa por deudas.
−¡Es que es verdad, ha sucedido! –decía el periodista con
energía, como si anunciara el Fin de los Tiempos−. ¡La pobre Geisha ha quedado
en la calle nuevamente!
La señora Norma veía todo con horror, sin poder creer
cómo algo así podía estarle ocurriendo a esa mujer tan trabajadora de la tele.
−¿Pero y qué va a ser? –le preguntó uno de los panelistas
al tipo, refiriéndose a la afectada.
−Dijo que no lucharía más por su casa –respondió éste−,
que hicieran con ella lo que quisieran.
−¿Pero y dónde va a vivir?
−Dijo que por mientras viviría en casa de familiares,
pero que ya había decidido empezar de cero otra vez.
−Vaya, qué mujer más fuerte.
La señora Norma no podía creer la mala suerte de otras
personas. Pobre Anita, pensó, sintiéndose al borde las lágrimas, luego de toda
una vida de esfuerzo, le tocaba ser desalojada del lugar donde había vivido por
tantos años con sus hijos…
Pero la señora Norma estaba tan enfrascada en su tele,
que ni siquiera se percató que afuera se estacionaba una imponente camioneta
municipal junto con tres patrullas de Carabineros. Tampoco se dio cuenta que
sacaban a la familia de la casa vecina a punta de garabatos y violencia,
desalojándolos por sus deudas para con el Banco.
−Pobre Anita Alvarado –susurró la señora Norma rompiendo
a llorar por fin, mientras que afuera los Carabineros le propinaban sendos
golpes con sus lumas en la espalda a su vecina y sus hijos de doce y diez años entre gritos e insultos−.
Pobre, pobre Anita Alvarado.