Jupiter Crash #1: La gente inocente

Estaba escribiendo mi artículo de la semana en casa cuando sentí mi celular vibrando a un lado de mi escritorio. Casi me caí de culo al ver de quién correspondía la llamada.
−¿Aló, Andrea?
            −¿Aló, sí, con quién hablo? –dije en tono dudoso, aun conociendo quién era el hijo de puta dueño de aquella maldita voz.
            −Con el Benjamín…, el Benja… Tu ex.
            −¡Ah, tú, ja ja já! (risa alegre falsa). ¿Cómo te va, cómo está tu vida? –le pregunté, sintiendo cómo se tensaban mis mejillas.
            −Bien, ahí, pasándola.
            “Sí, conchetumare, como si no supiera que andai’ con otra, feo culia’o”.
            −Qué bien –le respondí−. Me alegro.
            Sucedieron unos tres segundos de silencio incomodísimo, que él justamente rompió haciendo la pregunta del millón.
            −¿Oye? –me dijo.
            −¿Qué pasa?
            −¿No tení’ mano de hierba?
            Ya sabía que por ahí iba la cosa. Pa’ qué otra güeá me iba a llamar este saco ‘e güéas.
            −Pucha, no –le contesté−. Tan todas muertas.
            −Puta’ la güeá…
            −Pero tengo de mi cosecha –dije sin saber qué decía−. Puedo darte un poco –añadí, terminando por cagarla todavía más.
            −¡¿En serio?!
            −Como que me llamo Sasha Grey –Sonreí por mi propio chiste y me sentí de verdad muy estúpida−. Ejem, obvio, po’; no te mentiría con algo así.
            −¡Ya, bacán! –dijo el Benja, contentísimo−. ¿Seguís viviendo donde siempre?
            “Como si tuviera plata pa’ cambiarme de departamento”.
            −Sí −respondí−. Sigo en el mismo adorable y cálido espacio de siempre.
            −¿Puedo pasar por eso ahora? ¿Estai’ocupá’?
            −Estaba corriéndome una paja –le dije, tratando de sonar indiferente−, pero no importa, ya estoy por irme y soltar mucha agua, así que no importa, ven nomá’.
            −Ay, tú, tan loca como siempre –dijo el Benja y me cortó.
            Una vez recuperada de la llamada, me di cuenta de la gran estupidez que había cometido. Me golpeé tres veces contra mi escritorio (espantando a Galán de porno felino, mi gato) y me serví un café para calmar los nervios que ya, está bien, siguen poniéndose un tanto loquitos a pesar de haber terminado con mi ex hace más de un año y meses de penurias.
            Como no pude seguir con el hilo de mi artículo, tomé un compilado de cuentos que reposaba encima de la mesa y me puse a leerlo arrellanada en el mismo sofá que tantas veces nos sirvió de nido de amor cuando con el Benja éramos felices. Me pareció un tanto irónico esperarlo ahí, en un lugar tan lleno de su esencia (literalmente), pero pensé que de ser así, en realidad no podría estar en paz en ningún otro sitio de mi propio departamento.
            Cuando sentí que afuera se estacionaba un vehículo, no creí de inmediato que fuera una visita a mi persona, menos aún que se tratara de mi ex; pero tras volver a recibir una llamada que lo confirmó afuera del edificio donde vivo, y verlo con un casco puesto sobre una moto oscura que jamás le había visto en mi vida, supe que el muy cretino había decidido hacer por fin la inversión para tener su propia y esperada moto, JUSTO DESPUÉS de haber terminado conmigo, ahora que ya no puedo disfrutarla.
            Demoró unos cuantos minutos en subir a mi departamento. Dejé que tocara un par de veces el timbre antes de salir con el libro en la mano, como si me hubiera pillado leyéndolo enfrascadamente.
            −Hola, Andrea –me saludó.
            −Hola, Benjamín –le dije, analizando todo lo flaco y cambiado que estaba ahora sin mí−. ¿Cómo te baila?
            −Bien, bien –me respondió; acto seguido hizo un ademán inquieto. Entonces reparé en que no le había dejado entrar a mi hogar.
            −Ah, esto, perdón, pasa –le dije, haciendo un gesto con la puerta−. ¿Andas apurado?
            −Sí, un poco. Está la Maca esperándome afuera.
            En ese momento sentí como si me hubieran dado una patada en plena guata.
            −¿Maca es una prima lejana tuya que por esas casualidades de la vida anda vacacionando por acá? –le pregunté, tratando de no parecer incómoda; los músculos de mis mejillas estaban cansadísimos de tanto sonreír falsamente.
            −No –contestó−. Es mi… mi nueva compañera.
            Con que su nueva compañera, repetí en mi mente… Tuve ganas de decirle que era un hijo de perra descarado, que ojalá tuviera Sida, gonorrea y todas esas cosas… Pero me calmé antes de perder la compostura y continué sonriendo como lo llevaba haciendo.
            −Mira, Benjamín, qué bien. Tu nueva compañera.
            Mi ex parecía realmente incómodo. Tragó saliva y me preguntó:
            −¿Y tú, no tienes algún nuevo compañero, algún pretendiente, algo de ese estilo?
            −Hay unos cuantos jugadores de rugby que prometen destrozarme apenas hagan legales las orgías plan candelabro italiano en público. Bueno, ellos y Galán de porno felino.
            −Qué bien –dijo él, sin prestarme mucha atención. Se veía ansioso, como si quisiera irse con algo de hierba entre manos lo más rápido que pudiera.
            Y como yo soy toda un amor de persona, no dudé en partir a mi cuarto y echar un poco de la magia enfrascada recién cosechada por estas-manos-que-escriben-estas-palabras-encadenadas-unas-con-otras-por-un-guión en una hoja de cuaderno que terminé arrancando de por ahí; pero luego pensé que quizá una hoja de cuaderno fuera muy poco para mi querido ex y su nueva compañera, por lo que saqué una bolsa hermética de uno de mis cajones y eché aún más hierba de la extraída en un principio; llegué a calcular, así, al ojo, unos 8 gramos en cogollos, ramitas y diversión de la buena.
            −Toma, acá tienes –le dije, extendiéndole el paquete.
            −¡¿EN SERIO ME DARÁS TODO ESTO?!
            Mi ex no lo podía creer, era todo sonrisa radiante y ojos desorbitados; y bueno, estaba claro que lo entendía a la perfección: ¿cuántas veces ocurre en la vida que una ex te regala 8 gramos de hierba para la velada que tenías preparada para con tu nueva compañera?; con cue’a una.
            −Para que veas que no soy rencorosa.
            Los ojos del Benjamín se iluminaron, y sin que pudiera preverlo (en serio en serio), me plantó un rápido beso antes de darme las gracias y marcharse, dejándome totalmente anonadada.
            Me demoré un rato en cerrar la puerta que el muy idiota dejó abierta y volver a sentarme a mi escritorio, con mi computador y el párrafo en el mismo punto donde lo había dejado esperándome.
            Escuché a mi ex encender su nueva moto (la que ahora disfrutaba otra zorra) y partir lejos hacia donde quiera que tuviera planeado ir a follarse a su nueva compañerita.
Al principio me sentí utilizada, cómo no, hasta un poco sucia al ser consciente que todavía sentía algo vivo (fuera malestar o conejitos rosados brincando en mi estómago) por el imbécil de mi ex, no obstante ahora, ya más tranquila, podía decirme que todo eso es lo más natural del mundo cuando se está mucho tiempo con alguien. Por lo que decidí beber mi café (ahora tibio por la espera) y tomar mi celular parar marcar el número de la Policía de Investigaciones que tan bien recordaba de los comerciales que atiborraban mi niñez.
Al cabo de un rato, me contestó un hombre al que le expliqué que tenía el dato de un micro traficante; sí, un joven llamado Benjamín Berenguela, que anda en una moto nueva haciendo las reparticiones. Sí, lleva 8 gramos para llenarse sus bolsillos con sucio de dinero de gente inocente.