Llegué a trabajar al supermercado justo cuando cayó una densa niebla
sobre toda la villa. La vimos expandirse desde el enorme vidrio que nos separa
del exterior, tapándolo todo como un gran trozo de algodón; entonces me acordé
de la película La Niebla, basada en
una novela corta de Stephen King (uno de sus primeros textos, de hecho) y
dirigida por Frank Darabont, el mismito de The Walking Dead, pensando en lo
buena que era.
A pesar de carecer de
buenos efectos visuales para hacer más creíble todas las situaciones en que los
protagonistas se ven envueltos, la ambientación, los diálogos y la forma en que
está dirigida hacen que La Niebla
siempre te mantenga pegado al sillón, comiéndote las uñas o arrancándote el
pelo a tirones; especial para verla con alguien en tu pieza, con la luz apagada
y un pocillo lleno de porquerías para comer al lado.
Recuerdo que la
primera vez que la vi, no pude mover un solo músculo luego que ésta se acabara
y los créditos comenzaran a aparecer con una gran banda sonora sonando de fondo;
y es que su final es demoledor; tanto así que el mismo Stephen King, quien
había escrito un desenlace bastante distinto en su versión escrita, admitió
haber sido superado enormemente por la de su amigo y director.
Me acuerdo y pienso
sobre todo esto mientras le empaco las compras a una señora que no para de
comentar algo sobre el frío, como que está llegando a puntos inaguantables o
algo así; entonces me digo: “si quedara la cagá’ como en la película,
¿podríamos sobrevivir con nuestras condiciones?”. Recorro los pasillos con la
mirada, de derecha a izquierda, hasta dar con el de los licores y otros
brebajes. “Sí −pienso−, estamo’ dao’”.