Caminaba hacia el consultorio
como si me dirigiera a cobrar venganza. Era otra vez de noche y hacía mucho más
frío que el día anterior. Caminaba rumiando la rabia por haber tenido que
vender mis discos de The Cure para poder pagar la maldita consulta que acabaría
con mi dolor estomacal, las náuseas y esa avalancha de mierda que no paraba de
salir de mi culo. Seguía maldiciendo para mis adentros cuando llegué al
consultorio y lo vi otra vez repleto de gente de todo tipo, algunos en peor
estado que otros. ¡Mierda, ahí estaba de nuevo frente a ese lugar lleno de
muerte y desolación!
Entonces me rasqué la mejilla, pensativo, y tomé una
mejor decisión.
Al cabo de media hora, volví a la casa del Juan (que
seguía intentando terminar el juego de Silver
Surfer de NES con el Mauro echados en el sofá) con $15.000 de marihuana
entre mis manos.
Al
menos el dolor se me pasó hasta el otro día.