Estábamos
escuchando Clint Eastwood de Gorillaz
entre toda esa espesa cortina de humo de hierba cuando el Carlos, hundido en su
asiento, preguntó:
−Oye, si pudieran tener la cara de
alguien famoso, ¿cuál tendrían?
−La de Paul Schäfer –dijo el Diego,
con los ojos rojos y pequeños−. Así me podría culiar a quien quisiera y nadie
me diría nada.
Todos reímos; aquello tenía sentido.
−¿Tú? –me preguntaron.
−Yo creo que tendría la del pelao’
de Brazzers.
−Pero su cara vale callampa –refutó
el Carlos, haciendo un ademán con la mano−; lo único que importa de él es su
pico.
−¿Veís que te ponís maraco, güeón?
–le dijo el Diego, y todos volvieron a reír−. ¿Y tú, güeón –le preguntó al
Juan−, la cara de quién tendríai’?
−La de Katy Perry.
−¿La de Katy Perry?; ¡pero si es una
mina, no un hombre, po’, güeón!
−Sí, pero me gustaría tenerla entre
mis piernas, po’, chupándomela.
Entonces todos volvimos a reír. Clint Eastwood, luego, dio paso a Man research.