Historia #226: Censo 2012

Si el Censo del 2012 fue una mierda, es porque tipos como yo tuvieron la culpa. Y es que ahora que ya prácticamente pasó la vieja, puedo admitir que mientras trabajé en aquel fatídico proceso, funcioné prácticamente como un espía doble entre sus filas: porque si bien hacía la pega que me encomendaban semana a semana –recuerden que ese Censo tuvo una duración de casi dos meses–, también me encargaba de sabotearlo al mismo tiempo: llenaba los formularios de las casas deshabitadas como si de verdad hubiera censado a una familia adentro, pegaba los sellos de los hogares visitados en fachadas donde aún no llegaban mis colegas, decía que algunas casas se hallaban vacías cuando en realidad no encontraba a nadie adentro o me daba flojera continuar censando por el sector, etcétera, etcétera. Lo más gracioso era ir a las reuniones con los encargados de los grupos de censistas (celebradas una o dos veces por semana) y escuchar de su boca que existían casos bastante raros en que ciertas casas exhibían las pegatinas del Censo sin que la familia hubiera participado del proceso. “Alguien está saboteando nuestro trabajo”, dijo el encargado, como si le fastidiara la idea de que el Censo fuera una chapuza que no sirviera para nada al final de cuentas. Luego nos miró a todos los presentes, como si pudiera dar con el chistosito que estaba arruinando nuestro trabajo con el simple hecho de verlo. Obviamente los aludidos nos removimos incómodos, esperando que no sospecharan de ninguno de nosotros; de hecho, recuerdo que levanté mi mano y opiné que ojalá dieran pronto con ese bribonzuelo para darle su merecido. “El Gobierno no puede seguir perdiendo más dinero ni recursos por idiotas como él. Hay que detenerlo”, dije. El encargado me sonrió, satisfecho por mi actitud, y dijo que luego tendríamos más información al respecto. Después, cuando la reunión continuó por otros derroteros, pude por fin arrellanarme en mi asiento y pensar en las actrices porno que más me gustaban, siempre fingiendo que prestaba toda la atención del mundo a lo que se hablaba. Naturalmente nunca descubrieron mi fraude, lo que a la larga puede definirse (o representarse) como un grano de arena, mi pequeña contribución para la gran basura que fue el Censo de ese año. Así que si piensan en lo agradable que fue este día para ustedes que están en la casa, descansando en familia, viendo películas, o haciendo la cosa que sea, agradézcale mentalmente a tipos como yo y su incansable tarea del arruinar el Censo 2012 y muchos de los procesos gubernamentales. Y bueno, si les tocó censar, piensen que esas quince luquitas que les llegarán dentro de poco no estarán de más al momento de pensar en hacerse mierda el hígado o escapar de la ciudad por un par de días. A todo hay que mirarle el lado bueno, ¿no?