Historia #96: Les es innato



Hoy día ocurrió lo siguiente:
            estaba trabajando en el supermercado, empacando cosas como siempre, cuando llegó hasta la caja en la que me encontraba un ceñudo hombre mayor (de unos cincuenta años) con tres hallullas y tres torrejas de mortadela en la mano; la cajera y yo lo saludamos pero no respondió: simplemente se dedicó a pasar las cosas y contar unas cuantas monedas para pagar la compra. Como soy atento y prefiero prevenir que lamentar, le pregunté si quería las dos cosas en una sola bolsa para ahorrarlas y así no contribuir con la destrucción del mundo, qué se yo, a lo que me respondió, a diferencia de muchas personas que concurren por ahí a esa hora de la mañana, que las quería separadas, que como era tan tonto, si la mortadela siempre se echa a perder cuando va con el pan caliente; ya, me dije muy tranquilo, tocando los tres panes para comprobar que efectivamente estaban más fríos que el corazón de un agente de la CNI, lo dejaré pasar, me dije, y seguí sonriendo como siempre y le eché sus productos en dos bolsas chicas como quería. Sin embargo, el asunto no terminó ahí, no, no, no: el muy estúpido, sin siquiera darme las gracias, me pidió otra bolsa grande para echar las otras pequeñas adentro, y otra más para recubrirla. Es que voy pal centro, me dijo, tratando de explicar la estupidez que estaba cometiendo. Sólo di media vuelta y lo dejé que se fuera, sintiendo una rabia enorme. ¿Cómo podía ser que la gente fuera de verdad tan estúpida?
            −Es que algunos tienen un talento innato para serlo –me comentó un compañero cuando le expliqué la situación.
            −Lo peor es que a esa gente nunca le pasa nada –dije, apretando los puños−. Siguen siendo igual de mierda que siempre y nunca les pasa nada.
            −¿Desde cuándo que en el mundo ganan los que no son una mierda?
            La pregunta me quedó dando vueltas por la cabeza. No supe qué decir.
            −No lo sé, güeón… No lo sé –respondí.