Cuando Gaspar vio al tipo
que le vendía marihuana del otro lado de la plaza donde esperaba, le importó una
verdadera mierda que éste llegara con más de veinte minutos de retraso; su
deseo, su necesidad de fumar marihuana eran tan grandes, que aquello en realidad
no dejaba de ser más que un simple detalle del que pronto se olvidaría (con
toda seguridad gracias a la ayuda de la misma marihuana que iba a comprar).
−Güena, loco –se saludaron ambos chocando sus puños.
−Sorry, güeón –dijo el vendedor−, pero estaba medio
ocupado con una' cosa' de la casa.
−Ya, si no importa –declaró Gaspar haciendo un gesto de
indiferencia antes de pasarle (mirando hacia todos lados) un doblado billete de
$20.000 con su puño cerrado; con el mismo procedimiento, el vendedor le pasó
una bolsa hermética llena de cogollos.
−Tení' que tener cuidao’ con esto' –le dijo el vendedor,
comprobando que el billete no fuera falso−. Con una sola fumá’ vai’ a quedar
loco al tiro.
−¿En serio? –Gaspar abrió un poco la bolsa hermética para
oler su contenido−. ¡Oh, huelen mortal!
−Sí, huelen bacán.
−¿Cómo se llaman?
−Menares Mom.
−¿Menares Mom?
–Gaspar sonrió−. Los nombres culiaos que les ponen ahora a la' raza'.
−Ésta la crearon uno' amigo'; le' quedaron mortale' mortale' –dijo el vendedor, pasando por alto el comentario de su interlocutor.
Acto seguido, se levantó y le extendió la mano a Gaspar para despedirse−.
Cualquier cosa, me llamai’. ¡Y ten cuidao’, güeón, ésta güeá está re cuática!
−¿Tanto así?
−Un amigo quedó tirao' en el piso con una sola fumá,
semi inconsciente.
−¿En serio?
−Sí, güeón; por eso mejor ten cuidao’ –Ambos se volvieron
a dar la mano−. No' vemo', güeón; cualquier cosa, ya sabí' a quién llamar.
−Vale, güeón –dijo Gaspar, viendo cómo el vendedor se iba
por el mismo lugar por el que llegó−. Vamos a ver qué onda esta güeá –susurró
emocionado, echando un cogollo entero en el moledor de hierba que
sacó de su bolsillo; luego de utilizarlo por unos cuantos segundos, tomó un
papelillo de uno de los compartimientos del objeto y vertió en su interior los
trozos picados de hierba. Así, en menos de dos minutos, tenía en sus manos un
pito de marihuana del grosor de un dedo meñique, y sin que le importaran las
advertencias del vendedor, lo encendió con la idea de fumarlo en su totalidad.
Sin embargo,
para cuando ya iba por la mitad de éste, creyó que era oportuno dejarlo a un
lado: luego de toser como un tuberculoso, sintió que si seguía haciéndolo iba a
caer sobre uno de los costados de la banca totalmente inconsciente. Apretó los
ojos, ahogó un insulto, y se dio cuenta que en realidad nunca había fumado una
hierba tan buena (efectiva, destructiva) como ésa. Estaba decidido a apagar el
pito con su propia saliva, cuando recordó el estúpido nombre con el que sus
creadores la habían bautizado.
−Menares Mom −balbuceó Gaspar, riéndose
tontamente. ¿Cómo iba a rendirse ante una hierba con un nombre tan estúpido?;
probablemente cuando sus amigos lo supieran, iban a pensar que se estaba
volviendo un maldito afeminado, así que en vez de apagarlo como había pensado,
siguió fumándolo sin que le importara el haber perdido casi por completo la
sensibilidad de sus manos y el que su visión fuera ahora muy borrosa.
Estaba a punto
de terminarlo (a duras penas), cuando su mano, de la nada, pareció quedarse sin
energía y soltó el objeto que tenía entre sus dedos. Gaspar, confundido, no
entendió muy bien qué pasaba; intentó agacharse para recoger el pito que seguía
encendido, pero un fuerte y horrible dolor de cabeza se lo impidió
olímpicamente: de hecho, la vista se le nubló aún más de lo que estaba y sintió
como si alguien comenzara a taladrarles las sienes con una violencia atroz.
Gaspar pensó que se desmayaría ahí mismo, que sería inevitable caer sobre uno
de los costados de la banca como había pronosticado anteriormente.
Entonces sintió
que algo frío y líquido comenzaba a salirle por las fosas nasales; no supo que
eran gotas de sangre hasta que las vio impactar sobre su polera blanca; ¡mierda,
la nariz le estaba sangrando!; la cabeza le dolía un montón, como si estuviera
quemándose por dentro; intentó levantarse, pedir ayuda, pero todo fue en vano;
trató de llevar una mano a su cabeza, mas tampoco pudo.
−Oh, mi
cerebro… −alcanzó a susurrar (sin pronunciarlo correctamente) antes que su
cabeza estallara repartiendo carne y sangre por todos lados; su cuerpo alcanzó
a mantenerse un par de segundos sentado (tambaleándose hacia adelante y atrás)
antes de caer estrepitosamente al suelo.
Menares Mom, la nueva raza de marihuana
creada, había hecho lo suyo.