Historia #85: "Menares' mom"



Cuando Gaspar vio al tipo que le vendía marihuana del otro lado de la plaza donde esperaba, le importó una verdadera mierda que éste llegara con más de veinte minutos de retraso; su deseo, su necesidad de fumar marihuana eran tan grandes, que aquello en realidad no dejaba de ser más que un simple detalle del que pronto se olvidaría (con toda seguridad gracias a la ayuda de la misma marihuana que iba a comprar).

            −Güena, loco –se saludaron ambos chocando sus puños.

            −Sorry, güeón –dijo el vendedor−, pero estaba medio ocupado con una' cosa' de la casa.

            −Ya, si no importa –declaró Gaspar haciendo un gesto de indiferencia antes de pasarle (mirando hacia todos lados) un doblado billete de $20.000 con su puño cerrado; con el mismo procedimiento, el vendedor le pasó una bolsa hermética llena de cogollos.

            −Tení' que tener cuidao’ con esto' –le dijo el vendedor, comprobando que el billete no fuera falso−. Con una sola fumá’ vai’ a quedar loco al tiro.

            −¿En serio? –Gaspar abrió un poco la bolsa hermética para oler su contenido−. ¡Oh, huelen mortal!

            −Sí, huelen bacán.

            −¿Cómo se llaman?

            Menares Mom.

            −¿Menares Mom? –Gaspar sonrió−. Los nombres culiaos que les ponen ahora a la' raza'.

            −Ésta la crearon uno' amigo'; le' quedaron mortale' mortale' –dijo el vendedor, pasando por alto el comentario de su interlocutor. Acto seguido, se levantó y le extendió la mano a Gaspar para despedirse−. Cualquier cosa, me llamai’. ¡Y ten cuidao’, güeón, ésta güeá está re cuática!

            −¿Tanto así?

            −Un amigo quedó tirao' en el piso con una sola fumá, semi inconsciente.

            −¿En serio?

            −Sí, güeón; por eso mejor ten cuidao’ –Ambos se volvieron a dar la mano−. No' vemo', güeón; cualquier cosa, ya sabí' a quién llamar.

            −Vale, güeón –dijo Gaspar, viendo cómo el vendedor se iba por el mismo lugar por el que llegó−. Vamos a ver qué onda esta güeá –susurró emocionado, echando un cogollo entero en el moledor de hierba que sacó de su bolsillo; luego de utilizarlo por unos cuantos segundos, tomó un papelillo de uno de los compartimientos del objeto y vertió en su interior los trozos picados de hierba. Así, en menos de dos minutos, tenía en sus manos un pito de marihuana del grosor de un dedo meñique, y sin que le importaran las advertencias del vendedor, lo encendió con la idea de fumarlo en su totalidad.

Sin embargo, para cuando ya iba por la mitad de éste, creyó que era oportuno dejarlo a un lado: luego de toser como un tuberculoso, sintió que si seguía haciéndolo iba a caer sobre uno de los costados de la banca totalmente inconsciente. Apretó los ojos, ahogó un insulto, y se dio cuenta que en realidad nunca había fumado una hierba tan buena (efectiva, destructiva) como ésa. Estaba decidido a apagar el pito con su propia saliva, cuando recordó el estúpido nombre con el que sus creadores la habían bautizado.

Menares Mom −balbuceó Gaspar, riéndose tontamente. ¿Cómo iba a rendirse ante una hierba con un nombre tan estúpido?; probablemente cuando sus amigos lo supieran, iban a pensar que se estaba volviendo un maldito afeminado, así que en vez de apagarlo como había pensado, siguió fumándolo sin que le importara el haber perdido casi por completo la sensibilidad de sus manos y el que su visión fuera ahora muy borrosa.

Estaba a punto de terminarlo (a duras penas), cuando su mano, de la nada, pareció quedarse sin energía y soltó el objeto que tenía entre sus dedos. Gaspar, confundido, no entendió muy bien qué pasaba; intentó agacharse para recoger el pito que seguía encendido, pero un fuerte y horrible dolor de cabeza se lo impidió olímpicamente: de hecho, la vista se le nubló aún más de lo que estaba y sintió como si alguien comenzara a taladrarles las sienes con una violencia atroz. Gaspar pensó que se desmayaría ahí mismo, que sería inevitable caer sobre uno de los costados de la banca como había pronosticado anteriormente.

Entonces sintió que algo frío y líquido comenzaba a salirle por las fosas nasales; no supo que eran gotas de sangre hasta que las vio impactar sobre su polera blanca; ¡mierda, la nariz le estaba sangrando!; la cabeza le dolía un montón, como si estuviera quemándose por dentro; intentó levantarse, pedir ayuda, pero todo fue en vano; trató de llevar una mano a su cabeza, mas tampoco pudo.

−Oh, mi cerebro… −alcanzó a susurrar (sin pronunciarlo correctamente) antes que su cabeza estallara repartiendo carne y sangre por todos lados; su cuerpo alcanzó a mantenerse un par de segundos sentado (tambaleándose hacia adelante y atrás) antes de caer estrepitosamente al suelo.

Menares Mom, la nueva raza de marihuana creada, había hecho lo suyo.