Derramar un vaso de cerveza puede llegar a iniciar una larga y dura
pelea entre pares. Sin embargo, las culpas pueden difuminarse al hacer de esto
un acto completamente casual. ¿Cómo? ¡Pues fácil!
Para eso, es
necesario comenzar entablando una conversación relajada, donde los interlocutores
sean capaz de mostrarse alegres por encontrarse e intercambiar palabras una vez
más en la vida; luego, siguiendo con el plan, se necesita de una férrea fuerza
de voluntad para resistir los embates del alcohol en la sangre a medida que la
tertulia se vaya desarrollando: el estar borracho puede dificultar enormemente
el actuar durante el siguiente paso, donde el control mental es un elemento
fundamental. Así que mucho cuidado.
Porque llega el
momento en que el vaso debe caer y derramar toda la cerveza, y eso debe verse,
para las demás personas al menos, como un acto completamente casual. Es por lo
mismo que es necesaria una capacidad de concentración de energía para provocar
el desastre sin ir más allá, develando los verdaderos motivos de nuestra vil misión.
Primero, piensa en algo que te dé rabia, sobre todo si aquello está
estrictamente relacionado con el afectado en cuestión; el motivante puede ser
una deuda, una vieja pelea de años atrás o una traición amorosa, etcétera,
siempre y cuando esté dosificado y permita que la acción se ejecute con una
pasividad propia de un azar. Segundo (y quizá para esto se necesite de un poco
de práctica), prepara tu mejor cara de estúpido para fingir que en realidad
nunca quisiste hacer nada de eso.
Entonces, con la rabia acumulada y la conversación
andando en su mejor momento, realizas cualquier movimiento que desestabilice el
vaso del futuro afectado, procurando que caiga lo más cerca de sus pantalones,
y luego de ver cómo todo su contenido se desparrama por sobre su ropa, fingir
una verdadera cara de “yo no fui”, exclamando inmediatamente un “¡perdón,
perdón!”, o el clásico “¡lo siento, no fue mi intención!”; podrás ver su cara
desfigurarse, pensando en romperte la cara de un puñetazo ahí mismo, pero si
todo ha seguido el orden estipulado, es probable que se calme y diga: “ya, está
bien”, resignándose a llegar a casa hediondo, sin su dosis justa de alcohol.
Debe saberse que la probabilidad de fallar los
primeros intentos es alta, pero una vez realizados los pasos a la perfección,
el resultado te dejará riéndote (en secreto) por mucho, mucho tiempo.