Podría seguirte a todos lados, perdiéndome aquí por días y siglos
enteros. Te buscaría cortando el aire, acompañando el tibio cantar de los
pájaros, bajo todas las hojas de estos vetustos árboles; te buscaría donde las
paredes hacen ecos, en el fondo de aquellas pozas donde se reúne el agua, tras
esos troncos donde aún juegan los niños fantasmas.
Te sigo, te busco, te
encuentro.
Siguiendo esa melodía
que resuena en mi pecho, marcando el tempo exacto de mis latidos, bajo mis botas,
detrás de todas esas telas de araña repletas de secretos, te sigo como nunca
antes lo había hecho; y es que te extraño, con tu dulce aroma a bosque, con tu
alma de tranquilo río, con tu cariño y fragilidad de inocente sonido.