Historia #59: Pasatiempos



(Dos amigos se encuentran en la calle luego de no haberse visto por un buen tiempo).
            −¡Güena, güeón! ¿Cómo estay?; ¡tanto tiempo!
            −¡Sí, güeón, güena! ¡Qué es de tu vida; qué hay hecho!
            −Trabajo en mi propia empresa, la que puse después de salir de la U. Y tú, ¿qué hay hecho?
            −Pucha, escribir caleta, leer todas las Crónicas de Narnia, los Harry Potter enteros por tercera vez, los tres Juegos del Hambre y ahora unos de Star Wars que encontré por ahí en La Feria de las Pulgas bien baratos, además de llegar al Templo del Espíritu del Zelda Master Quest y haber llegado casi al final del juego de Dr. Jekyll & Mr. Hyde; puta la’ güeá’ pelúas.
            (Su interlocutor mira a este último con una expresión rara en su cara; parece como si se sintiera decepcionado de lo que ha hecho su amigo durante todo el tiempo que no se han visto, o como si sintiera una pena enorme por la misma razón).
            −Ah…, buena… Oye, ¿adónde vai’ ahora?
            −A tomar micro; ¿y tú?
            −Iba a buscar mi descapotable; lo guardo en ese estacionamiento de ahí, el que está en la otra esquina.
            −¡Un descapotable! ¡Güena, güeón, la hiciste de oro!
            −Sí, está hermoso… Oye, ¿no querí’ que te lleve?
            −¡Ya po’, mortal!
            −¿Vai’ pa tu casa?
            −No, no, voy pa’ la casa de mi polola.
            −¿Todavía pololeai’ con la Ana?
            −No, terminamos hace rato; ahora pololeo con la Sandra, la Sandra Bugueño del colegio…, ¿te acordai`?
            −Sí, claro que me acuerdo…
            −Bueno, ahora estamos juntos.
            −¿Desde hace cuánto?
            −Desde hace unos dos años.
            −Qué buena.
            −Sí, loco, me gané la lotería con ella. ¡Es la mejor mina que he conocido en mi vida!
            −Bacán, güeón, bacán.
            (Entonces el amigo, antes de insertar la llave en su descapotable, pensó que si no hubiera estudiado tanto como lo hizo durante toda su juventud, probablemente estaría ahora con Sandra, y no su amigo; porque sí, habían tenido un breve romance un año después de haber salido del colegio, y ella le gustaba mucho, mucho de veras; pero nunca hubo tiempo. No, no, no, nunca hubo tiempo. Entonces se separaron y él nunca más volvió a saber de ella hasta ahora, que reaparecía en escena como la polola de su viejo amigo.
            Entonces pensó que era cierto: el dinero podía comprar un descapotable, una casa nueva y amplia, construir tu propia empresa y tener tus propios esclavos bajo tu propio techo, pero nunca, nunca, iba a poder recuperar todo tu tiempo perdido ni, como era obvio, a Sandra Bugueño).