Luego de haber contado
rápidamente sus monedas y haber cerrado su sesión en la caja registradora donde
estaba, toma sus cosas y se dirige al baño antes que cualquier otra cosa;
después de estar cuatro horas seguidas trabajando, no quiere hacer otra cosa
más que beber algo de agua y orinar para aliviar un poco el dolor en los
costados de su espalda. Se lava las manos, se moja la cara y sale del fétido
baño para llegar al casino, donde están almorzando algunas de sus colegas y un
par de cocineros de mala cara que no dejan de mirar a las más jóvenes con una
avidez digna de animales carroñeros; le sirven la comida en un blanco plato de
loza sobre una gastada bandeja de plástico naranja: hoy toca un desabrido y mal
cocido arroz acompañado de cinco trozos de vienesa, los que en realidad son una
sola, pero cortada en cinco partes, además de un pequeño vaso plástico lleno
con agua. Se sienta con sus amigas, comenta un poco la jornada mientras se echa
unos cuantos granos de arroz con vienesa a la boca, y verifica, hablando con la
educadora a cargo por Whatsapp, cómo está su hijo en el jardín donde pasa la
jornada. Descansa un tanto luego de haber almorzado, esperando que la comida
comience a digerirse en su estómago antes de volver al mismo fétido baño para
lavarse tranquilamente los dientes, tomar su medicamento prescrito para el
estrés y aprovechar así de arreglarse un poco el cabello y su apretado uniforme
de trabajo; una vez lista, vuelve a tomar sus pertenencias y se sienta otra vez
en la caja registradora asignada donde seguirá con su labor hasta eso de las
diez de la noche (si es que tiene algo de suerte) con la misma energía de
siempre.
¿Y
ustedes creen ahora que esa pobre persona puede hacer todo esto en menos de
media hora?