Estaba en una plaza del centro
con unos amigos, tocando guitarra y pasando las horas a eso de las seis de la
tarde. Fue entonces que apareció un tipo de unos cincuenta años notoriamente
borracho, con los zapatos anudados al hombro y una lata de cerveza en la mano;
tenía los pantalones sucios, la bragueta abierta y el pecho del chaleco
manchado con una costra de vómito. Era un completo desastre.
−Hola –nos dijo, tambaleándose.
−Hola.
−Cabros –El tipo parecía no saber
muy bien qué decir−. ¿Dónde chucha estoy?
Con los demás no entendimos muy
bien a qué se refería.
−¿Le pasa algo, señor? –le
preguntó Diego, confundido.
−Soy de Santiago; no sé cómo
chucha llegué acá.
−¿No se acuerda cómo llegó?
−Nada.
−Está en La Serena.
El tipo miró hacia todos lados y
bebió su cerveza antes de arrojar la lata al suelo, como si le importara una
mierda la limpieza del lugar.
−Ahora sí cagué –dijo, mirando
neblinosamente al cielo−. ¡Pero a la chucha! ¡Chile es campeón, conchetumare!
¡Chile es campeón!
Y dicho esto, el hombre se fue
entonando un himno de la barra chilena con su voz gastada, alzando los brazos y
zigzagueando tal como había llegado.
Cuando estuvo a punto de
desaparecer de nuestra vista, le pregunté a mi amigo:
−¿Por qué no le dijiste que
nosotros también somos de Santiago y no sabemos cómo mierda llegamos aquí?
Diego, como toda respuesta, alzó
sus hombros y siguió tocando guitarra. Sonaron los primeros acordes de Come
as you are, de Nirvana.