Si
bien el ejercicio es prácticamente el mismo, leer de un libro en formato físico
no es lo mismo que leer un libro en formato digital en cualquiera de sus
formas. Está bien, pueden decir que soy un tarado estúpido diciendo lo obvio y
estarán en lo cierto, porque es obvio: una cosa es lo tangible, otra cosa lo
digital. Pero vaya que hay gente que piensa lo contrario: el leer es leer,
dicen, y eso para ellos está bien. Y está bien, realmente, porque 1) es un
mundo libre, 2) cada quien se adapta a las maneras que más le acomoden, y 3)
porque al menos la gente está leyendo algo, cualquier porquería, en vez de
estar viendo reality shows y esas basuras que dan en la tele.
Pero voy al grano: leer de formato
digital es una mierda. Y no es que lo mire en menos: de todas maneras leo desde
mi celular las historias de otros blogueros, leo un montón de artículos
informativos y otras historias desde mi computador, entre pausa y pausa en la
escritura, y me parece que es tan leer como leer de un libro.
Pero leer de un libro te otorga sensaciones, una llama
de vida que claramente el digital jamás logrará igualar (aunque así como vamos
con la tecnología, probablemente estas palabras no valgan nada dentro de unos
cuantos años). Está la fragancia de las páginas nuevas –no hay como meter la nariz entre páginas nuevas–,
el olor de las hojas viejas, el tacto, el sostener (o tener acomodado) un libro
en una mano mientras con la otra se lleva un vaso de vino tinto o té de frutas
a la boca, el sentir que palabras palabras palabras entran por tus ojos para
terminar anidándose en el cerebro, el comprobar cada cierto tanto el número
cada vez más reducido de páginas que restan para acabar con la historia. De
verdad que es algo mágico que sólo los que sentimos afición por la lectura
podemos llegar a comprender; los que no lo hacen se pierden uno de los sabores
más dulces que te puede entregar la maldita vida.
Te
mirarán raro si caminas leyendo un libro, o si te pones a leer de un libro en
medio de una fila enorme, o dices que prefieres quedarte leyendo la tarde
entera que salir por ahí a tomar unas copas –aunque tomar unas copas y leer, a
la vez, es algo celestial–. Pero eso no importa; a quién mierda le puede
importar: leer puede llegar a serlo todo; leer puede llegar a diferenciarte
enormemente de quienes te miran extraño. Así que déjalos gruñir y tratarte como
un imbécil: al final sabrás quién es el imbécil y quién no.
El
asunto es leer, claramente, pero hay diferencias, y para mí son abismales. Pero
como he dicho hasta el cansancio: leer es leer, por la mierda, y entre leer y
no leer, tú sabrás quienes terminarán siendo los imbéciles y quienes los
ganadores al final de esta maldita historia.