Historia #253: El ejercicio de leer

Si bien el ejercicio es prácticamente el mismo, leer de un libro en formato físico no es lo mismo que leer un libro en formato digital en cualquiera de sus formas. Está bien, pueden decir que soy un tarado estúpido diciendo lo obvio y estarán en lo cierto, porque es obvio: una cosa es lo tangible, otra cosa lo digital. Pero vaya que hay gente que piensa lo contrario: el leer es leer, dicen, y eso para ellos está bien. Y está bien, realmente, porque 1) es un mundo libre, 2) cada quien se adapta a las maneras que más le acomoden, y 3) porque al menos la gente está leyendo algo, cualquier porquería, en vez de estar viendo reality shows y esas basuras que dan en la tele.
            Pero voy al grano: leer de formato digital es una mierda. Y no es que lo mire en menos: de todas maneras leo desde mi celular las historias de otros blogueros, leo un montón de artículos informativos y otras historias desde mi computador, entre pausa y pausa en la escritura, y me parece que es tan leer como leer de un libro.
Pero leer de un libro te otorga sensaciones, una llama de vida que claramente el digital jamás logrará igualar (aunque así como vamos con la tecnología, probablemente estas palabras no valgan nada dentro de unos cuantos años). Está la fragancia de las páginas nuevas no hay como meter la nariz entre páginas nuevas–, el olor de las hojas viejas, el tacto, el sostener (o tener acomodado) un libro en una mano mientras con la otra se lleva un vaso de vino tinto o té de frutas a la boca, el sentir que palabras palabras palabras entran por tus ojos para terminar anidándose en el cerebro, el comprobar cada cierto tanto el número cada vez más reducido de páginas que restan para acabar con la historia. De verdad que es algo mágico que sólo los que sentimos afición por la lectura podemos llegar a comprender; los que no lo hacen se pierden uno de los sabores más dulces que te puede entregar la maldita vida.
Te mirarán raro si caminas leyendo un libro, o si te pones a leer de un libro en medio de una fila enorme, o dices que prefieres quedarte leyendo la tarde entera que salir por ahí a tomar unas copas –aunque tomar unas copas y leer, a la vez, es algo celestial–. Pero eso no importa; a quién mierda le puede importar: leer puede llegar a serlo todo; leer puede llegar a diferenciarte enormemente de quienes te miran extraño. Así que déjalos gruñir y tratarte como un imbécil: al final sabrás quién es el imbécil y quién no.

El asunto es leer, claramente, pero hay diferencias, y para mí son abismales. Pero como he dicho hasta el cansancio: leer es leer, por la mierda, y entre leer y no leer, tú sabrás quienes terminarán siendo los imbéciles y quienes los ganadores al final de esta maldita historia.